"Porque desde la primera vez que uno pone un pie en la vereda del Monumental no puede imaginarse
la vida sin la banda. Como existe el viento, como el cielo es azul. Gracias a Dios, existe River."
Ignacio Copani

miércoles, 28 de diciembre de 2011

La ilusión, más que nunca.




Triste, duro, doloroso, interminable. Intento encontrar calificativos a este año y nada me conforma. La sensación que siento hoy, faltando 3 días para terminar este 2011 es exactamente la misma que tuve cuando salí del Monumental aquel 26 de Junio. Puedo decir que mi año se redujo a seis meses. Poco recuerdo del primer semestre. Las alegrías no abundaron, o mejor dicho, la derrota ganó por goleada. Esa derrota que ni el más pesimista hincha se animaba a vaticinar. Esa que nadie quería ver, la misma que todos negábamos. Y finalmente, llegó.
Será por eso que en mi vida, este será uno de esos años de los que denomino Para el olvido. Pero no se confundan, es simplemente un deseo. Bien se que esta mancha será imposible de borrar, que ni el mayor de los éxitos hará que desaparezca de nuestros gloriosos 110 años. Si por algo no me permito olvidar lo que nos trajo hasta acá, es justamente por nuestra historia. Porque olvidar será faltarle el respeto a grandes ídolos que supieron llevar la banda roja a lo más alto. Olvidar será también darle la mano a esos delincuentes que llevarán la condena del hincha de River por el resto de su vida.
Cualquier tipo de balance dará negativo. Sólo dan positivo esos que suele presentar el presidente cuando habla de campeonato económico, líder en venta de entradas. Ese mismo que hoy dijo que no saludaría al ex mandatario millonario por lo que hizo como presidente del club. Déjeme preguntarle ¿Qué hizo usted por mi querido River?. Ninguno de los dos merece el respeto del hincha porque ambos determinaron el destino del club, ese que estamos pagando tan caro todos los que llevamos la banda roja en el corazón.
Cuando empecé con este blog, me pregunté de qué manera iba a encarar mi pasión por River. No soy periodista, no sigo ninguna idea política. Me defino como ferviente hincha del millonario, de esas que enarbola la bandera blanca y roja cada día de su vida. Será por eso que hoy me sigue persiguiendo la imágen de aquel 26 de Junio. El caos, el llanto, el desconcierto. Palabras que ese día se ajustaban al momento que vivía River.
Hoy, seis meses después y con la misma espina clavada en el alma, el sentimiento me pide a gritos que aguante. Que como dice alguna canción, algo mejor tiene que haber. No me resigno a librar al azar a mi equipo, por el contrario tengo la certeza de que serán los próximos seis meses el momento de acompañar más que nunca.
Que somos el más grande, no quedan dudas. 110 años, y millones de almas a lo largo y a lo ancho del planeta lo avalan. Nadie podrá venir a explicarnos a nosotros lo que es la locura, el sentimiento interminable. ¿Quién va a venir a hablarnos de amor a nosotros? Nadie. Créanme que nadie puede definir mejor que el hincha de River lo que es la pasión.

Muchos me preguntaron por qué voy a brindar el próximo 31 de Diciembre. La respuesta es tan sencilla que se reduce a una sola palabra, RIVER. Voy a brindar por su historia, por su gloria. Voy a brindar por un semestre que nos devuelva la alegría. Voy a brindar por el castigo a aquellos que nos la quitaron. Lo haré también por tu gente, esa que engrandece aún más tu nombre. Esos que te aman sin límite alguno, cuya pasión gana por goleada ante la razón.
Por último, voy a brindar por nuestra ilusión. Esa que compartimos tantos miles, que habla de volver a verte triunfar en el lugar del que nunca deberías haberte ido. Estoy segura que todos unidos te veremos volver, y una vez más, seremos millones.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Ni olvido, ni perdón.


Se está terminando el año. Quedan apenas  poco más de 10 días para despedir este doloroso 2011 e inevitablemente el balance de estos 12 meses es absolutamente negativo. Aunque intenten contarnos otra historia, esa que habla de campeonatos económicos, líder en entradas vendidas, créanme que nada me saca la tristeza que arrastro desde aquel 26 de Junio.
Sepan que el hincha, el verdadero hincha, el que sigue a River a todas partes sin ningún fin más que el de acompañar a los once de los que espera una alegría por semana, ese hincha que levanta la bandera blanca cruzada por esa franja roja, no es estúpido. Sepan que no olvida, y mucho menos perdona.
Y déjenme incluírme dentro de esos hinchas, porque aunque intente disimularlo, es una espina que llevaré clavada toda mi vida. Y no me avergüenza decirlo porque aunque me duela todo lo que pasó, puedo afirmar que el sentimiento que hoy tengo por River es aún más grande, como eterna es la pasión que va a acompañar al club de Nuñez hasta el último día de mi vida.
Fue un año que se ensañó con el hincha de River. Algunos dirán que lo veían venir, otros como yo, todavía no podemos comprenderlo. Como si fuera poco, resultados deportivos de otros hicieron aún más duro este último mes. ¿Para qué negarlo? Dolió, y duele ver la realidad en la que está inmerso el club más grande de la Argentina. Duele ver como varios se llenaron los bolsillos y llevaron a River a transitar el momento más oscuro de su historia. Y lo que es peor, verlos caminar libremente, impunes, como si nada hubiera sucedido. Déjenme decirles a todos y cada uno de esos sujetos que, aunque la justicia en esta causa no exista, la condena del hincha de River ya la tienen, y será algo que llevarán de por vida.
Es la historia del club de Nuñez, la memoria de esos monstruos que vistieron la banda roja la que exige no olvidar. Es por esos hinchas que vieron fundarse a River, por los que hoy lo acompañan a lo largo de todo el mundo. Y fundamentalmente por aquellos que nos representarán el día de mañana. Olvidar será darles la mano a esos delincuentes, será faltarle el respeto al pacto que firmamos el día que conocimos a River. Ese acuerdo de fidelidad inquebrantable que reafirmamos cada fin de semana y se ve reflejado en aquella estrofa que dice que No alcanzan las tribunas, ni las entradas. O esa otra que reza que Esa locura que sentimos por vos, no se compara con nada.

Los próximos seis meses serán los más importantes en la rica historia del club. Qué contradictorio suena hablar de un ascenso en 110 años de gloria, pero no debemos ser hipócritas ni escondernos. No debemos confundir la pasión con la aprobación porque así volveríamos a cometer errores, esos que nos llevaron a donde estamos hoy en día. Es momento de defender nuestros colores, dentro y fuera de la cancha. De explicarles a quienes nos representan de manera institucional como deportivamente que River es grande, muy grande y como tal merece estar en el lugar del que nunca debió haberse ido. Es momento de devolverle al hincha un poco de esa alegría que le robaron aquel 26 de Junio, y que sin dudas, mantiene viva la ilusión de recuperar. Ese hincha cuya pasión no entiende de límites, ese que como dice la canción Deja todo por ver al tricampeón.

sábado, 17 de diciembre de 2011

Catorce años después.


Como bien dice el título de esta entrada, y si bien ya estamos en Domingo 18, por una cuestión de tiempos no pude subirla antes. Pero no por eso quería dejar de rememorar aquella histórica noche en el Monumental, cuando pisé, como siempre digo, mi segunda casa de la mano de mi viejo y mi hermano. Inolvidable por cierto.

Cada 17 de Diciembre me recuerda a la primera vez que pisé el Monumental. Esa final de Supercopa, el estadio repleto. Se respiraba promesa de buen fútbol en los pies de esos monstruos que vestían la banda roja. Grandes ídolos como El príncipe Francescoli, El Matador Salas, El Muñeco Gallardo, y tantos otros que conformaron para mi gusto, el último gran plantel ganador de la historia millonaria. 
A mis 7 años de edad, y como ya conté anteriormente era súmamente complicado convencer a mi viejo de que me lleve al Monumental. No era habitual ver tantas mujeres como se ve hoy en día, y menos lo era ver a una nena de tan corta edad. Tuve que bancarme varios intentos fallidos, hasta que llegó el gran día o mejor dicho, la gran noche. Créanme que si me dicen que tengo que volver a esperar tanto para vivir lo de esa noche lo volvería a hacer, porque son esos momentos que uno se lleva para siempre en su retina, en su piel, en su corazón.
Como olvidarme esa vuelta olímpica, las manos del gran Chileno alzando la copa, esa que estaba a punto de integrar por primera vez la vitrina millonaria. Fue en el segundo gol del Matador cuando entendí que esas personas que no conocés pueden transformarse en parte de tu familia por apenas algunos minutos. Ver a mi viejo abrazarse con gente que ni conocía era un tanto loco, pero entendí que los unía esa enorme pasión que sigue transmitiéndome Domingo a Domingo. La misma que se esparce a lo largo del planeta, esa locura que no tiene límite alguno, esa de la que deseo no curarme jamás
Muchas veces me preguntaron con qué podía comparar esa primera vez en la cancha de River,y créanme que no tiene respuesta. Es tan grande el sentimiento que cualquier comparación quedaría absolutamente chica. Puedo decir que ese día descubrí que existe el amor para toda la vida. Que esa banda roja la voy a llevar a fuego en el alma hasta el último día  porque como dice Ignacio Copani en una de sus letras, "Ser Riverplatense Es Un Mandamiento, Un Pacto De Aquí A La Eternidad."

Siempre imagino el día que mis hijos pisen por primera vez el Monumental de mi mano. Será sin dudas diferente a la primera vez que yo lo hice como lo debe ser la primera de todos ustedes. Pero estoy segura que si algo se va a repetir en la historia de tantos miles de fanáticos millonarios, es que el sentimiento de aquella vez hasta el presente es el mismo o se hizo aún más grande. No existe circunstancia que pueda aplacar el amor que sentimos por River, porque es un sentimiento, porque va más allá de la razón. Porque al inicio de cada partido las gargantas se llenan de ilusión al cantar que "Esta campaña volveremos a estar contigo, que te alentaremos de corazón." Porque si hay algo de lo que puede dar cátedra el hincha de River es que si de pasión se trata gana por goleada.


martes, 13 de diciembre de 2011

La pasión, sin vacaciones.


Se terminó el semestre del año más triste que nos ha tocado vivir a todos los hinchas de River. Tan imposible de explicar como de comprender es el dolor que causa ver la tamaña mancha que tiene el manto blanco, y aunque intente disimularlo, se que será difícil, por no decir imposible, de borrar. Será algo que llevemos de por vida, pero, ¿quién nos va a venir a hablar de amor a nosotros? Sí, a nosotros que aún ganando, empatando o perdiendo con equipos absolutamente desconocidos, dejamos en claro la pasión que tenemos por los colores. Y que no se confunda, pasión no quiere decir aprobación. El amor por la camiseta va más allá del jugador que la vista. Es una cuestión donde el corazón le gana por goleada a la razón.
Déjenme contarles un poquito de mi experiencia personal del Domingo ante Patronato. Sí, tal como leyeron, Patronato de Entre Ríos. Me desperté tan ansiosa de ir a la cancha como aquellos Domingos en los cuales faltaban tan sólo horas para dar la vuelta olímpica. Como pudieron leer algunos en mi cuenta de Twitter, cada último partido que voy a ver al Monumental me recuerda al primero que presencié aquella calurosa noche del 17 de Diciembre de 1997 de la mano de mi viejo, cuando River se adjudicaba la Supercopa ante San Pablo. Si bien las circunstancias son absolutamente diferentes, créanme que el mismo sentimiento me recorre la piel. Esa sensación de estar en casa por dos horas, de compartir la misma pasión con esos que conozco, y tantos otros que no. Ese grito que se multiplica en las miles de gargantas que están allí presentes, y a lo largo de todo el mundo. El Soy De River todavía suena en los oídos y se hace aún más grande en el corazón. 
Más de una vez me preguntaron qué significa ser de River y jamás pude dar una respuesta concreta. Cualquier palabra queda chica para definir tamaña pasión. Es algo que va más allá, que traspasa todos los límites. Estoy segura que nunca voy a poder explicarlo porque sin dudas, los sentimientos no tienen fundamento alguno sino que viven en el alma hasta el día que uno deja de existir. Más de una vez imaginé ser parte de ese círculo celeste el día que ya no pueda estar desde la tribuna, y créanme que si hay un lugar en el que quisiera vivir por siempre es allí, en Nuñez, en mi casa como siempre digo.
Si algo me enseñó River es que contrariamente a lo que muchos dicen, el amor para toda la vida existe. La única certeza que tengo es que la banda roja que me cruza la piel la voy a llevar con orgullo toda mi vida dejando en claro que pueden pasar los años, pasar los jugadores, pero lo que no pasa, River es mi pasión.

Se acerca fin de año y es inevitable pensar en aquel brindis previo a la llegada del 2011. River es una enorme parte de mi vida, y como tal, ha sido protagonista de uno de esos deseos, ese que alguien vaya uno a saber por qué motivo se olvidó de cumplirme. Soy de los que piensan que todo sirve de aprendizaje para no volver a cometer errores, en especial estos tan caros que estamos pagando hoy en día. Será un mes y un poco más para reflexionar acerca de la situación que estamos atravesando, y hacer aún más fuerte la unión Riverplatense para que en los próximos 6 meses podamos dejar atrás un poco de tanto dolor y transformarlo en alegría. Esa que tan acostumbrados nos tiene River y hoy, en el año número 110 de su nacimiento, parece haber quedado olvidada en algún recoveco del mágico Monumental.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Por una despedida Monumental





Ultimos 90 minutos de este olvidable 2011. Sin dudas ha sido un año súmamente duro para todos los que queremos a River, nos golpeó una y otra vez, casi sin darnos tiempo a recuperarnos. Nunca hubiese imaginado que aquel brindis previo a este año tendría como final lo que ya conocemos, pero lo que sí sabía es que la pasión por la banda iba a hacerse aún más grande, y hoy puedo afirmarlo.
¿Quién puede atreverse a hablarnos a nosotros de amor? Créanme que nadie, porque golpeados y todo, esperamos este último partido como aquel primero contra Chacarita. Con el mismo aliento, la misma ilusión, con esa eterna y hermosa locura, de la que no deseo curarme jamás. Esa locura que me transmitieron el día en que nací, que juré respetar y defender aún en los peores momentos, como estos que estamos tan dolidos de transitar. 
Tengo sensaciones muy encontradas. Por un lado, deseo que llegue el 2012, encaremos el año de la mejor forma y en Junio podamos decir que volvimos a ese lugar del que nunca debimos habernos ido. Y por otro, deseo que no termine porque eso implica un mes y medio donde no estarán esos fines de semana junto a vos y los millones que te llevan tan adentro como yo. 
Será cuestión de tomar este tiempo para pensar y reflexionar acerca de la magnitud que tendrán los próximos seis meses. Hinchas, jugadores, dirigentes, desde el primero hasta el último que compone este hermoso mundo River, debemos ser concientes de la situación a la cual llegamos, y del nulo margen de error que queda. Es necesario volver a darle el brillo que siempre tuvo la banda sobre el manto blanco, esa que hoy parece estar un tanto apagada pero que no tengo dudas, volverá a ser tan o más roja que el primer día.
Esta semana escuché a un periodista, si es que le cabe esa denominación, decir que no es un gran año para ser hincha del club de Nuñez. Déjenme tomarme apenas unos segundos para explicarle que no existen momentos para estar orgulloso de ser de River. Es tan grande e interminable el sentimiento que sólo aquel que lo sienta, lo va a poder entender.


60 mil almas estarán presentes en este último partido. Tuvimos que esperar hasta la última jornada para que esos sujetos de los cuales no voy a emitir más opinión, habiliten el Monumental en su totalidad y le den la posibilidad a socios e hinchas de volver a su casa. Será sin dudas, especial. La despedida en el año más duro que me ha tocado vivir en mis casi 22 años, pero con el sentimiento renovado y la ilusión intacta de volver a verte brillar, como tantas veces supiste hacer. Mi deseo, como el de tantos otros, es que terminemos este triste año como lo merecemos, con una despedida Monumental.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Aguantá corazón, aguantá.



Se fue otro fin de semana, y con ello una nueva frustración. No puedo explicar en palabras lo que se me pasa por la cabeza, pero déjenme decirles que la bronca que anoche me dominaba, ya es historia. Hoy me encuentro con una sensación de profunda tristeza al ver la falta de respuesta en un momento donde veo a River absolutamente desconcertado. Ese River que supo regalarme tantas alegrías, y hoy se ve sumergido en un pozo, del que parece, no haber retorno.
Anoche me dijeron que siempre se puede estar peor, pero créanme que me niego rotúndamente a acostumbrarme a esa frase. Porque River es muy grande, tan grande como el amor que siento por esa banda roja. Ese sentimiento que mantiene viva la ilusión de tantas personas que llegan cada fin de semana al Monumental con la expectativa de que todo esto algún día cambiará, y volverán esas tardes de gloria, ese grito que supimos expresar 33 veces a nivel local, y tantas otras a nivel internacional.
Si bien no quiero darle demasiada entidad al rival, es necesario hacerlo para explicar la magnitud de lo vivido anoche. Fue uno de esos partidos desde aquel 26 de Junio que más me golpeó. Bajo ningún punto de vista aceptaba un empate, imagínense que mucho menos una derrota. No tuve la posibilidad de viajar ya que como algunos saben, trabajo en un programa radial de River pegadito a cada encuentro, y en el camino a la radio pensaba cómo afrontar la hora que se venía. La única pregunta que sonó en mi cabeza en las dos cuadras que me separan del subte al estudio fue ¿Por qué tanto a nosotros?. Y la única certeza que tengo es que una vez más dejamos escapar esos puntos que hoy estamos pagando, y muy caro.
Hoy me desperté con la misma pregunta, pero con el sentimiento renovado. Soy una de esas personas que ante las malas, intenta sacar fuerza de donde hasta yo creía no tener. Es algo que nunca podré explicar, y sólo entenderán y compartirán aquellos que sienten a River parte de su vida, de su esencia, de su piel.

Será una semana donde no faltarán aquellos que intenten echarle más leña al fuego, como vulgarmente se dice. Dirán presente los que se mofan del mal momento que está pasando el Club de Nuñez. Y será nuestra tarea explicarle al corazón que aún quedan 21 fechas, que cada partido deberá ser tomado como una final y que habrá que dejar en claro, dentro y fuera de la cancha que el más grande fue, es y será, River Plate.

viernes, 2 de diciembre de 2011

River Plate, un pacto para vivir.




No quedan dudas. Lugar que pise el equipo de Almeyda, por más remoto que sea, se transforma en una fiesta por un fin de semana. Las ciudades se preparan para recibir al más grande del fútbol argentino, golpeado es cierto, pero con la ilusión intacta de volver al lugar del que nunca debió haberse ido.
La gente, expectante, recibe al plantel al bajar del avión, se amontona en la puerta del hotel, todo por una foto, una firma, algo que certifique que ellos estuvieron allí, y quede perpetuado en su memoria por siempre. Y sí. Por qué quitarles la oportunidad de ver a sus ídolos, en algunos casos por primera y única vez en su vida. Esos que miran por tele, escuchan por radio, esos que siguen a pesar de la distancia y saben que ni la más extrema lejanía hará aplacar la enorme pasión que despiertan.
Que River convoca, no es novedad. Alcanza con mirar las estadísticas, tablas de recaudación, como quieran llamarlo, todos contarán lo mismo. River nuevamente revoluciona todo lugar que pisa, y créanme que ya se me hace habitual mirar las noticias y ver la cantidad de gente esperando al millonario, porque es una sana costumbre del hincha acompañar al club de Nuñez, juegue donde juegue.
La espera se hace eterna, las rondas de mates parecen no terminar jamás entre aquellos que aguardan por sus once gladiadores, de esos que se espera dejen en alma en la cancha y retribuyan en el campo de juego al menos un poquito de todo lo que demuestra la multitud que los sigue. 
Será que el sentimiento no entiende de rivales, kilómetros, provincias. Será que la razón pierde por goleada cuando se trata de cuestiones del corazón.
No existe explicación para tanta pasión, es algo que jamás podré contar en palabras. En mi vida, River Plate es algo así como un pacto para vivir. Ese que reafirmo cuando escucho multiplicado en miles de gargantas, el famoso ‘Esta campaña volveremos a estar contigo’. Ese pacto, que aquel 26 de Junio decidí volver a rubricar con una tinta imposible de borrar.

Sin dudas, mi pacto es compartido con miles, millones a lo largo del país. Esos millones que cada fecha, en cada provincia que le toca jugar a River, nos hacen sentir como en casa. Logran demostrar que nunca somos visitantes, y dejan en claro una y otra vez que esa locura que sienten por vos River, no se compara con nada.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Levántate y anda.




Desde aquel 26 de Junio, y con todos los ascensos y descensos consumados, mirar el fixture para el hincha de River no fue tarea sencilla. Costaba imaginarse cómo serían aquellos encuentros inéditos con equipos absolutamente desconocidos en un torneo que parece, no terminar jamás. Además de la extensa recorrida por el país, provincias en las que ni el más pesimista hincha imaginó jugar por torneos oficiales. Las controversias se habían desatado a la hora de hablar de hinchas visitantes, localías, y demás cuestiones que sólo River logró, en algunos casos, modificar a su gusto.
Sin lugar a dudas, si algo puedo afirmar de todo este proceso es que cada kilómetro recorrido se transformó en un poco más de la gran pasión millonaria. Esa que sólo entiende del amor por los colores, esa que se tapa los oídos cuando le hablamos de resultados, categorías, cuestiones absolutamente ligadas a la razón. Esa razón que en este partido pierde por goleada.
Muchos me preguntan cómo voy a vivir este fin de semana. Se aproxima un partido aún más atípico que los demásno podemos negarlo. Y como si eso fuera poco, en este año donde alguien se ensañó con el hincha de River, porque créanme que otra explicación no le encuentro, me cuesta aceptar que el eterno rival tenga todo tan fácil. Puedo entender, quizás, que el descenso se haya desencadenado por varios factores, pero lo demás, ya es demasiado. Habrá que hacer oídos sordos, alentar a River como estamos acostumbrados a hacerlo, recuperar ese espíritu multiganador que supieron imponer grandes glorias millonarias. Si de algo puede dar cátedra el verdadero hincha, es que aún, en los peores momentos, su grito de guerra, aquel que se transmite partido tras partido se hace escuchar más fuerte, el famoso Soy De River se multiplica en millones de gargantas a lo largo y a lo ancho del mundo llegando a los lugares más insospechados.
Alguna vez leí que escribir sobre el dolor ayuda a empezar a comprenderlo. Y si bien no puedo asegurar que esa frase sea efectiva en mi, créanme que expresar al menos un poco de lo que siento, ayuda a elaborar ese duelo que empezó aquel 26 de Junio, y espero se termine dentro de unos pocos meses.

Entrando en el último mes del año, los balances son inevitables. Y no me refiero a esos insólitos que suelen aprobar en Comisión Directiva, sino a balances personales donde uno hace un recuento de estos 12 meses. Sin dudas, ha sido un año que ha golpeado al hincha de River. Han manchado el manto blanco, una herida imposible de cicatrizar. Pero contrariamente a lo que muchos vaticinaron, el sentimiento se ha vuelto aún más grande. El sentimiento a esos colores que a partir de aquel 26 de Junio, se perpetuaron con más fuerza en nuestra piel dejando en claro una vez más, que juegue donde juegue, el más grande sigue siendo River Plate.

martes, 29 de noviembre de 2011

Una pasión Monumental.


Muchas veces me preguntaron cuál era mi lugar en el mundo. Sin dudas es una pregunta que en mi vida tiene una clara respuesta, y como se imaginan, es El Monumental.
Enorme en sus dimensiones, en su historia, en su gloria. Así como también, testigo del momento más oscuro, ese que todos los riverplatenses hubiéramos querido ni pensar. Protagonista de interminables fiestas, vueltas olímpicas, inolvidables hazañas y tantos momentos que quedaron grabados en la retina de cada uno de sus espectadores.
Porque el Monumental tiene eso imposible de describir. Algunos se animan a llamarlo magia, otros tantos, conservadores, prefieren optar por la mística, esa que hoy parece haber quedado un poco de lado, pero que no dudo, recuperaremos y haremos aún más intensa.
Cualquier adjetivo me quedaría chico para explicar lo que se siente al entrar a esa mole de cemento. Siempre digo que en mi caso, es algo así como una terapia. Son esas únicas dos horas de la semana donde me permito dejar de lado la razón y darle total libertad a la pasión, esa de color blanco y rojo, la locura más linda que una persona puede llevar y conservar en el corazón. Será por eso que me enojo cuando no pueden comprender lo importante que son esos 90 minutos junto a la gente que lo siente como yo, y me cuestionan cómo es posible perderme una reunión familiar, una salida con amigos. Pero claro, siempre termino en la misma conclusión. Solamente quien lo siente, me va a poder entender.
Cada recoveco del Antonio Vespucio Liberti guarda una historia. La mía, la tuya, y la de tantos miles que alguna vez lo visitaron. Déjenme contarles un poquito de la mía y les propongo que en los comentarios puedan contarme de la suya. De familia futbolera que vengo, en su mayoría  hombres, era muy difícil convencerlos de que me llevaran al Monumental ya que en los 90 no era muy habitual ver tantas mujeres en un estadio de fútbol, y mucho menos, una nena de 5-6 años. Luego de varios intentos, el momento tan esperado había llegado. Y sí, lo recuerdo como si fuese hoy. Un 17 de Diciembre de 1997, a mis 7 años, y de la mano de mi papá y mi hermano pisé por primera vez aquel lugar del que deseo no irme jamás. Para los memoriosos, fue el partido final por la Supercopa, ante San Pablo. Cómo olvidarme aquellos dos goles del Chileno Salas, al Príncipe levantando esa preciada copa que River acababa de ganar por primera vez en su historia. Los aplausos se multiplicaban en cada uno de los que allí estábamos presentes y el Dale Campeón se hacía interminable.
Créanme que hoy en día, cada vez que entro a mi casa, porque realmente siento que el Monumental es parte de mi vida y lo será por siempre, vuelvo a revivir las sensaciones de aquel partido. 14 años pasaron de aquella primera vez, y realmente el sentimiento de volver a mi lugar en el mundo sigue siendo el mismo, o mejor dicho, se hizo aún más inmenso.

No podría nunca explicar en palabras lo que se siente, es por eso que intento resumirlo a través del verso escrito por Ignacio Copani, ese que dice algo así como ...'Porque desde la primera vez que uno pone un pié en la vereda del Monumental no puede imaginarse la vida sin la banda, como existe el viento, como el cielo es azul, gracias a Dios, existe River.'...
Vuelvo a leerlo y más convencida estoy de que sin dudas, es la frase más acertada que escuché en una canción. Es tal cual lo que le pasa a quien lleva la banda tatuada en el corazón. Insisto, es imposible de explicar, pero créanme que sentirlo es muchísimo mejor.

domingo, 27 de noviembre de 2011

El sentimiento, intacto.


En una época donde el famoso Paladar Negro que siempre caracterizó al hincha de River no abunda, y en los peores casos brilla por su ausencia, lo único que prevalece es la pasión del fanático millonario, aquel que lo hace sin fin alguno, sólamente por compartir esos 90 minutos en la tribuna. Y no me olvido de aquellos que no tienen la posibilidad de asistir al Monumental y apoyan al equipo por diversos medios, porque como siempre digo, hincha no sólo es aquel que va a la cancha, sino son todos aquellos que a lo largo y a lo ancho del mundo defienden el blanco y el rojo, por sobre todas las cosas.
Ayer por la tarde-noche, me tocó vivir algo que ya percibía hacía varios partidos. Tal como ocurrió en el encuentro ante Atlético Tucumán, noté un equipo carente de ideas, empujado por la impotencia, cuyos pases no tenían destino alguno. Sumado a la mala fortuna que viene acompañándonos hace rato, un combo perfecto para volver a amargarnos la noche. Pero no me voy a ocupar del equipo, esa tarea se la dejo a quienes analizan más a fondo cada partido.
Como reza el título, en estos tiempos donde el mundo River está tan convulsionado, lo único que sigue intacto es el sentimiento. Pero déjenme decirles que estoy en desacuerdo con aquellos que, aún perdiendo, despiden al equipo como si nada hubiera sucedido. Desde ya dejo en claro que jamás voy a apoyar una reacción agresiva de la hinchada hacia el plantel, pero sí, hacerles saber que tenemos 110 años de gloriosa historia y es por ella, y por tantos ídolos que dejaron todo por la banda, por lo cual debemos respetar esa forma de juego que siempre nos caracterizó. 
Si hay algo que el hincha de River siempre dejó en claro es que en las buenas y en las malas acompaña al equipo, sobradas muestras me avalan. Pero es necesario no confundir el apoyo con la aprobación. Ultimamente me voy del Monumental con la sensación de que para muchos, lamentablemente, ganar o perder da lo mismo. Ni hablemos de aquella famosa canción que algunos se animaron a entonar orgullosos donde expresaban que no les importaba la categoría, algo realmente lamentable.
Nadie dijo que jugar este tipo de torneo sería fácil, es cierto. Sabemos que enfrentar al equipo de Nuñez tiene un condimento extra para todos, pero si los nuestros se esmeran en allanarles el camino, estamos realmente perdidos. 

Es necesario recuperar ese espíritu multiganador que supieron imponer tantas glorias riverplatenses, ese que nos transmitieron nuestros abuelos y el que seguiremos contagiando nosotros. Es nuestra obligación y la de cada uno de los que compone esta gran institución hacer valer el respeto que River se merece tanto dentro como fuera del campo de juego, y recuperar de una vez por todas esas 3 palabras que conforman nuestra identidad, Ganar, Gustar y Golear. 
 



sábado, 26 de noviembre de 2011

El hincha, una vez más, el perjudicado.







A escasas hora del comienzo del partido ante Rosario Central, me pregunto por qué el golpeado hincha de River debe ser quien pague nuevamente las consecuencias de malos manejos dirigenciales y paupérrimas gestiones gubernamentales. Si algo queda claro es que nadie, absolutamente nadie lleva a cabo las tareas que debería realizar para satisfacer las necesidades del hincha del club de Nuñez.
Una vez más, la fiesta que proponemos se verá opacada por una medida inédita. Sí, déjenme decirles que después de haber visitado varios estadios de Argentina, aún me cuesta entender la capacidad que tienen algunos de perjudicar a River. Sobradas muestras me avalan. No olvidemos que por la falta de un médico en cancha de Vélez, tuvimos que lamentar la pérdida de un fanático que llevaba la banda tan tatuada a fuego como vos, como yo, como tantos. ¿Y? ¿Acaso alguien se ocupó de sancionarlos? Se imaginan la respuesta.
Hace poco me tocó visitar la cancha de Huracán. Pintoresca en sus tribunas, pero deplorable en su estructura. Luces para salir? Baños? No, en Parque Patricios no se consigue.
Así, podría estar citando varios ejemplos, pero al fin y al cabo, nuevamente el perjudicado es el club de Nuñez.
Como si la sanción obtenida a raíz de los lamentables hechos que protagonizamos aquel 26 de Junio, los cuales repudio desde cualquier punto de vista, no fue suficiente, continúan ocupándose de burlarse una vez más de aquellos que esperan toda la semana por esos noventa minutos sagrados. El hincha genuino no tendrá la oportunidad de ver a sus once jugadores más de cerca. Ni hablemos del socio, que cumple al pie de la letra la fecha de pago, se banca un aumento tras otro, aún estando en una categoría más baja. Sí, insólito. Luego de descender, la cuota se acrecentó. Cuando me enteré de dicha medida, creí que nos iban a dar algún beneficio extra. Pero no. Nuevamentemente nuestros dirigentes se encargaron de complicarnos un poco más la adquisición de un ticket imponiendo un sistema de reserva por Internet, con todas las incomodidades que ellos implica.


Esta tarde, la fiesta no será completa. Seremos pocos los privilegiados que podremos ver a nuestro querido equipo en el Monumental. Pero déjenme decirle a los funcionarios nacionales y al señor presidente de la institución, si es que todavía le cabe el mote de señor, que ninguna medida hará callar la pasión de tantos miles de fanáticos, esos que como reza la canción "Dejan todo lo que tienen que hacer, y se van a ver a River Plate".

jueves, 24 de noviembre de 2011

El futbol, esa pasión de multitudes.


Para quienes entendemos el fútbol como algo más que un deporte, es difícil explicar todo lo que generan esos 90 minutos. Y más complejo se torna si intentamos definir el sentimiento por esos colores que uno lleva tan arraigados, en lo más profundo de su corazón. En mi caso, y tal como dice en una de sus estrofas del himno del Club Atlético River Plate, mi sangre está cruzada en su blanco pabellón, y es la idea de este blog intentar transmitir y expresar esa hermosa pasión, que año tras año crece y se multiplica en miles, millones de personas.
Algunos dirán que no es una buena idea iniciar un sitio en una época donde River está transitando, sin lugar a dudas, el capítulo más oscuro de sus 110 años de vida. Pero déjenme decirles que, si bien respeto esa reflexión, no estoy para nada de acuerdo.
Aquel 26 de Junio, intentando salir del caos que era nuestra casa, El Monumental, me propuse buscarle una explicación a lo que estaba pasando. A ese final tan anunciado como impensado para propios y ajenos. Buscaba responsables, culpables, y nada me alcanzaba para comprender el fondo que habíamos tocado. No quería atender a nadie, cualquier palabra que me dijeran, para nada servía de consuelo. Me contaron muchas historias similares a lo que estaba viviendo, pero créanme que nada, absolutamente nada era suficiente para aplacar semejante dolor. Intenté explicarle a mi familia, a mis amigos la sensación de tristeza que me invadía. Pero claro, ¿Cómo iban a entenderme si no saben la magnitud que tiene River en mi vida y en la de tantos otros que lo viven como yo?.
Pasaron los días, y aunque el dolor sigue intacto cada vez que veo los rivales con los cuales se enfrenta mi querido y maltratado equipo, el amor y la pasión se hacen cada minuto más grande. Es algo que no puedo explicar en palabras. Es un sentimiento muy ambiguo, por un lado la tristeza de ver a lo que tuvimos que llegar, y por otro, la alegría y el entusiasmo de saber que cada fin de semana me encuentro en la tribuna con aquellos que lo llevan tan adentro como yo, muchos conocidos, y tantos otros que aún sin conocer se transforman en parte de mi familia por un rato.


River Plate es más, muchísimo más que una institución. Es un estilo de vida, una forma de ser feliz. Es por lo que te emocionás, te alegrás, llorás y te reís. Es eso que esperás toda la semana, contando las horas que faltan para volver a nuestro querido Monumental.
En mi vida, River Plate es sinónimo de fútbol. No concibo dicho deporte si no es de la mano de mi glorioso millonario. Es posible que muchos lo entiendan, otros quizás, no tanto. Pero si de algo estoy segura es que sólo aquellos que lo vivan como yo, lo sentirán de la misma manera.