Como bien dice el título de esta entrada, y si bien ya estamos en Domingo 18, por una cuestión de tiempos no pude subirla antes. Pero no por eso quería dejar de rememorar aquella histórica noche en el Monumental, cuando pisé, como siempre digo, mi segunda casa de la mano de mi viejo y mi hermano. Inolvidable por cierto.
Cada 17 de Diciembre me recuerda a la primera vez que pisé el Monumental. Esa final de Supercopa, el estadio repleto. Se respiraba promesa de buen fútbol en los pies de esos monstruos que vestían la banda roja. Grandes ídolos como El príncipe Francescoli, El Matador Salas, El Muñeco Gallardo, y tantos otros que conformaron para mi gusto, el último gran plantel ganador de la historia millonaria.
A mis 7 años de edad, y como ya conté anteriormente era súmamente complicado convencer a mi viejo de que me lleve al Monumental. No era habitual ver tantas mujeres como se ve hoy en día, y menos lo era ver a una nena de tan corta edad. Tuve que bancarme varios intentos fallidos, hasta que llegó el gran día o mejor dicho, la gran noche. Créanme que si me dicen que tengo que volver a esperar tanto para vivir lo de esa noche lo volvería a hacer, porque son esos momentos que uno se lleva para siempre en su retina, en su piel, en su corazón.
Como olvidarme esa vuelta olímpica, las manos del gran Chileno alzando la copa, esa que estaba a punto de integrar por primera vez la vitrina millonaria. Fue en el segundo gol del Matador cuando entendí que esas personas que no conocés pueden transformarse en parte de tu familia por apenas algunos minutos. Ver a mi viejo abrazarse con gente que ni conocía era un tanto loco, pero entendí que los unía esa enorme pasión que sigue transmitiéndome Domingo a Domingo. La misma que se esparce a lo largo del planeta, esa locura que no tiene límite alguno, esa de la que deseo no curarme jamás
Muchas veces me preguntaron con qué podía comparar esa primera vez en la cancha de River,y créanme que no tiene respuesta. Es tan grande el sentimiento que cualquier comparación quedaría absolutamente chica. Puedo decir que ese día descubrí que existe el amor para toda la vida. Que esa banda roja la voy a llevar a fuego en el alma hasta el último día porque como dice Ignacio Copani en una de sus letras, "Ser Riverplatense Es Un Mandamiento, Un Pacto De Aquí A La Eternidad."
Siempre imagino el día que mis hijos pisen por primera vez el Monumental de mi mano. Será sin dudas diferente a la primera vez que yo lo hice como lo debe ser la primera de todos ustedes. Pero estoy segura que si algo se va a repetir en la historia de tantos miles de fanáticos millonarios, es que el sentimiento de aquella vez hasta el presente es el mismo o se hizo aún más grande. No existe circunstancia que pueda aplacar el amor que sentimos por River, porque es un sentimiento, porque va más allá de la razón. Porque al inicio de cada partido las gargantas se llenan de ilusión al cantar que "Esta campaña volveremos a estar contigo, que te alentaremos de corazón." Porque si hay algo de lo que puede dar cátedra el hincha de River es que si de pasión se trata gana por goleada.
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