¡Qué larga se hace la espera, River de mi vida!
En épocas donde pretemporada, entrenamiento, refuerzos, son moneda corriente, los días parecen tener más horas que lo habitual. Los partidos de verano, esos a los que muchos le restan valor pero que sirven para volver a ver a los once que desde mediadios de Diciembre no vemos, parecen no llegar nunca. ¡Ni hablar de los superclásicos! Sí, soy una de los tantos que esperan esos dos partidos como si fuesen alguno de esos por copa, o incluso por un torneo oficial.
Al hincha de River no vengan a hablarle de estaciones del año. Como reza aquel grito de guerra, ya quedó demostrado que la pasión de esos miles de fanáticos que visten orgullosos la banda roja no entiende de límites, kilómetros ni de elevadísimas temperaturas. Cualquier cotejo que dispute el club de Nuñez es una cita obligada para aquellos que llevamos los colores más a fuego que nunca.
Será especial, no tengo dudas. No voy a negar que venimos transitando un camino engorroso desde aquel 26 de Junio, o quizás desde un poco antes, cuando algunos podían preveer el final de una crónica, lamentablemente, anunciada. Pero como siempre digo, el hincha de River tiene suficiente espalda para sobrellevar la adversidad. 110 años y millones de hinchas a lo largo del planeta, lo avalan.
Al día siguiente del descenso me pregunté cómo iba a ser mi relación con River de ahí en adelante. Inmediatamente me propuse acompañarlo más que nunca, participar. Involucrarme y aportar algo desde mi humilde lugar. Y créanme que es algo que veo reflejado en miles como yo. Cada día conozco más historias de anónimos y agrupaciones que se vieron en la necesidad de aferrarse un poco más al club. Casualmente esta mañana le decía a un amigo, que sintió lo mismo que yo, algo así como que el descenso potenció la pasión. Sin dudas, suena ambiguo y es difícil de explicar, pero confío en que me entiendan aquellos que sienten la banda parte de su vida, de su identidad, de su piel.
La obligación de defender a River es de todos. Desde el primero al último que compone el maravilloso mundo blanco y rojo. Es nuestra responsabilidad acompañar a esos colores, y hacerlos respetar dentro y fuera del verde césped. Dejar en claro que esa locura que sentimos por River no se compara con nada. Enarbolar la bandera, cubrir de punta a punta el globo terráqueo con ese manto blanco y demostrar una vez más que River Plate es el más grande, lejos.
Costó y cuesta superar este duro trance que nos toca vivir. Aún quedan seis meses de este interminable torneo y serán largos los kilómetros a recorrer. Tenemos jugadores, hinchada y un enorme sentimiento por esta camiseta. Nos sobra pasión y todavía le queda mucha cuerda a ese amor eterno. La ilusión sigue intacta o mejor dicho, más viva que nunca. Es cierto que la experiencia en la B es algo que ni el más pesimista hubiera imaginado, pero si hay algo que me reconforta es saber que aún en las malas quiero a River más que nunca.
Excelente post! Tus palabras son muy acertadas! :D
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