Hay quienes aseguran que el primer amor es aquel que nunca se olvida. Pueden pasar muchos en el medio, algunos seguramente dejarán un buen recuerdo, y otros, no tanto. Pero como el primer amor, difícil que exista.
En mi vida como en la de tantos millones, River es sinónimo de amor. Ese que conocés el día que llegás al mundo. Que te enamora con sus colores, con ese radiante manto blanco cruzado por una banda roja que de sólo mirarla te pone la piel de gallina. Y créanme que el término gallina no me significa una ofensa como algunos intentan hacer, sino todo lo contrario. A uno se le pone la piel de gallina cuando tiene en el cuerpo esa sensación de emoción, de pasión, de sentir más suyo que nunca lo que está viviendo. Es exactamente eso lo que me pasa cada vez que me pongo la camiseta, o cuando piso el Monumental y me acuerdo de la primera vez que lo visité de la mano de mi viejo. Me pasa también cuando simplemente intento describir lo que significa esta enorme pasión. Pienso en todos y cada uno de los que lo sienten como yo y vuelve a recorrerme esa indescriptible sensación.
Muchas veces me preguntaron qué es lo que tanto me une a River, y aunque intenté buscarle una respuesta, como se imaginarán aún no la encontré. Hay algo que me sirvió mucho para empezar a entender ese lazo tan fuerte que tengo con estos colores, y fue justamente la vuelta al primer amor de dos grandes jugadores y referentes del actual plantel millonario. Es cierto que en el medio existieron tironeos, egos y demás situaciones que inevitablemente suceden cuando se vuelve al primer hogar. Pero como dice aquella canción de Andrés Calamaro, El amor es más fuerte.
No es habitual que incluya nombres propios, pero no puedo dejar de contarles que la grandeza de Fernando Cavenaghi y de Alejandro Domínguez en una época donde muchos le dieron la espalda a River, fue una luz en ese momento tan oscuro. Fue renovar la ilusión, creer que aún cuando todo parece perdido ese enamoramiento con el primer amor vuelve a comenzar.
Volver a River en este momento no es tarea fácil. En un club tan grande, con la hinchada más grande y 110 años de gloria, el retorno luego de aquel 26 de Junio es algo que pocos, muy pocos, se animaron a emprender. Es algo así como valorar lo que ese primer amor te dio cuando más lo necesitaste, y un día, cuando sentís la necesidad de devolverle un poco de eso que tanto te transmitió, volvés sin importar aquello que resignás. Hacés oídos sordos a esos que seguramente te tildarán de loco, y aunque intentes explicarles una y otra vez el motivo de tu vuelta, sabrás que si no lo sienten como vos, los argumentos serán inútiles.
Porque el amor te lleva a cometer locuras. Inexplicables. Difícil de entender para muchos que no comprenden que cuando se trata de pasión, la razón pierde por goleada.
De River uno se enamora día a día. Con River uno conoce lo que es la fidelidad en su máxima expresión. Porque el amor verdadero no entiende de límites, no tiene fecha de vencimiento aún cuando ya no habitemos la tierra. Es un amor que encierra el sentimiento más puro que una persona puede concebir. Es encontrarle un sentido a cada fin de semana. Es entender que el fútbol es más que un resultado. River es un estilo de vida, es un pacto de aquí a la eternidad. Es ese primer y único amor que sin dudas, dura para toda la vida.
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