Hoy más que nunca necesito un momento de catarsis. La idea principal de este espacio es esa. Poder expresar lo que siento como hincha, enferma y fanática de River que soy, y que a su vez, todo aquel que quiera comentar y contar su sentimiento será más que bienvenido.
Me siento en un momento de desconcierto. Ya la pasión no me es suficiente. O quizás sí lo sea para el corazón, pero no para la razón. Es imperiosa la necesidad de cortar con esta racha negativa que venimos arrastrando, y partido tras partido siento que no sólo no termina sino que se agudiza cada vez más. Las respuestas dentro del césped brillan por su ausencia, los errores se cometen una y otra vez, y como si fuera poco la autocrítica no aparece. Sumado a que uno de los principales -o el principal responsable- pasea por Europa haciendo negocios con jugadores que hoy son súmamente necesarios en el equipo. Pero claro, el bicampeonato económico debe estar golpeando la puerta de Núñez, o de su bolsillo.
Desde el momento en el cual se planteó si se debían jugar o no los superclásicos de verano, siempre estuve a favor. Más allá de las circunstancias, considero que el fútbol es una fiesta y debe ser vivida como tal. La tribuna como ya es una costumbre demostró que está a la altura de lo que siempre fue River. Locura, el sentimiento en su máxima expresión. Imaginen que si se hace complejo explicarlo para quienes llevamos la banda roja en el alma, imposible será que lo entiendan aquellos que no lo viven como nosotros.
A contraposición, el equipo. El desempeño de River a lo largo de los partidos de verano, salvo en algún que otro momento, dejó mucho qué desear. No dudo de sus ganas ni de su capacidad, para nada. Pero entiendo que en un momento donde las urgencias son muchas, los resultados empiezan a tornarse realmente necesarios. Quizás no por obtener la victoria, sino por lo que representan este tipo de partidos para los hinchas. Son esos que nadie quiere perder, en ninguna estación del año, y lamentablemente nos fuimos con las manos vacías de los dos.
Es necesaria la autocrítica. No seremos menos hinchas por exigirle a nuestros jugadores que respeten la camiseta de River. Que están jugando con la misma banda roja en el pecho que engrandecieron eternos ídolos y hoy se ve sumergida en una realidad que ni el más pesimista se animaba a vaticinar. No podemos volver el tiempo atrás, eso está claro. Pero sí podemos corregir esos errores que nos llevaron a tocar el fondo del que hoy tanto nos cuesta salir.
El camino es largo y aún queda mucho. Pero a no confundirse. El márgen es cada vez más chico y cada encuentro deberá ser tomado con la seriedad que merece. Como apasionada que soy me duele ver el punto al que llegó River. Es inexplicable el valor que tienen estos colores en mi vida, como seguro lo tendrán en la vida de mucho de ustedes y es por eso que me cuesta asimilar el duro trance por el que estamos pasando. El sentimiento sigue intacto, de eso no hay dudas. Habrá que dar vuelta la página, fijar la vista en volver a la máxima categoría y empezar a respirar un poco del renovado aire que tanto merecemos los que te seguimos juegues donde juegues.