"Porque desde la primera vez que uno pone un pie en la vereda del Monumental no puede imaginarse
la vida sin la banda. Como existe el viento, como el cielo es azul. Gracias a Dios, existe River."
Ignacio Copani

lunes, 30 de enero de 2012

Una catarsis de verano.



Hoy más que nunca necesito un momento de catarsis. La idea principal de este espacio es esa. Poder expresar lo que siento como hincha, enferma y fanática de River que soy, y que a su vez, todo aquel que quiera comentar y contar su sentimiento será más que bienvenido.
Me siento en un momento de desconcierto. Ya la pasión no me es suficiente. O quizás sí lo sea para el corazón, pero no para la razón. Es imperiosa la necesidad de cortar con esta racha negativa que venimos arrastrando, y partido tras partido siento que no sólo no termina sino que se agudiza cada vez más. Las respuestas dentro del césped brillan por su ausencia, los errores se cometen una y otra vez, y como si fuera poco la autocrítica no aparece. Sumado a que uno de los principales -o el principal responsable- pasea por Europa haciendo negocios con jugadores que hoy son súmamente necesarios en el equipo. Pero claro, el bicampeonato económico debe estar golpeando la puerta de Núñez, o de su bolsillo.
Desde el momento en el cual se planteó si se debían jugar o no los superclásicos de verano, siempre estuve a favor. Más allá de las circunstancias, considero que el fútbol es una fiesta y debe ser vivida como tal. La tribuna como ya es una costumbre demostró que está a la altura de lo que siempre fue River. Locura, el sentimiento en su máxima expresión. Imaginen que si se hace complejo explicarlo para quienes llevamos la banda roja en el alma, imposible será que lo entiendan aquellos que no lo viven como nosotros. 
A contraposición, el equipo. El desempeño de River a lo largo de los partidos de verano, salvo en algún que otro momento, dejó mucho qué desear. No dudo de sus ganas ni de su capacidad, para nada. Pero entiendo que en un momento donde las urgencias son muchas, los resultados empiezan a tornarse realmente necesarios. Quizás no por obtener la victoria, sino por lo que representan este tipo de partidos para los hinchas. Son esos que nadie quiere perder, en ninguna estación del año, y lamentablemente nos fuimos con las manos vacías de los dos.
Es necesaria la autocrítica. No seremos menos hinchas por exigirle a nuestros jugadores que respeten la camiseta de River. Que están jugando con la misma banda roja en el pecho que engrandecieron eternos ídolos y hoy se ve sumergida en una realidad que ni el más pesimista se animaba a vaticinar. No podemos volver el tiempo atrás, eso está claro. Pero sí podemos corregir esos errores que nos llevaron a tocar el fondo del que hoy tanto nos cuesta salir.

El camino es largo y aún queda mucho. Pero a no confundirse. El márgen es cada vez más chico y cada encuentro deberá ser tomado con la seriedad que merece. Como apasionada que soy me duele ver el punto al que llegó River. Es inexplicable el valor que tienen estos colores en mi vida, como seguro lo tendrán en la vida de mucho de ustedes y es por eso que me cuesta asimilar el duro trance por el que estamos pasando. El sentimiento sigue intacto, de eso no hay dudas. Habrá que dar vuelta la página, fijar la vista en volver a la máxima categoría y empezar a respirar un poco del renovado aire que tanto merecemos los que te seguimos juegues donde juegues.

viernes, 27 de enero de 2012

Una sanción al corazón.



Es complejo entender los sentimientos. Mucho leí acerca de ello y créanme que todavía no le encuentro una definición exacta. Quizás exista en el diccionario la explicación de dicha palabra, pero cuando la pasión encierra algo tan profundo, la comprensión es completamente ineficaz.
La derrota del miércoles sin dudas, dolió. Las ilusiones era muchas y una vez más, el triste momento en el que está inmerso el club de Nuñez se hizo presente para amargarnos la noche. Un baldazo de realidad que venimos arrastrando hace ya varios meses, y que si bien será duro el camino a transitar, no dudo que inflaremos el pecho cuando más lo necesite el millonario y dejaremos atrás este complicado trance.
Como bien reza el título de esta entrada, la noche del superclásico dejó un poco más que el resultado deportivo. Hace poco hablaba acerca de la vuelta al primer amor, y a mi entender, Alejandro Domínguez fue uno de los pocos que decidió ponerse la banda roja y devolverle a River un poco de todo lo que la institución le había dado. Un acto basado en la pasión, esa que muchos no entendieron y seguramente jamás entenderán si no sienten lo que sentimos todos y cada uno de los que formamos parte de este mundo teñido de rojo y blanco. 
La única autoridad que tengo para expresar mi opinión acerca de la actuación del Chori es aquella que me confiere mi condición de hincha, enamorada, apasionada por la banda roja. Sin lugar a dudas, fue irresponsable. Más allá de la desventaja numérica, su expulsión determinó un duro golpe anímico. Sabido es que en este tipo de encuentros, en los que para mi no existen estaciones climáticas, el corazón es súmamente importante cuando las ideas futbolísticas no abundan, o directamente brillan por su ausencia. 
Me enojé. No entendía cómo un profesional con su trayectoria era capaz de actuar así, y más aún en un partido de estas características. Seguramente su desempeño fue determinante en el resultado final, y aunque después entendí sus motivos, todavía le reprocho su actitud.
Al día siguiente, me dispuse a escuchar sus declaraciones con mayor detenimiento y con un nivel de exacerbación un tanto más calmo de mi parte. Fue ahí cuando comencé a comprenderlo. Es cierto que su conducta mucho tuvo que ver con el final, pero cuando los sentimientos son tan fuertes, difícil se hace controlarlos. El corazón le nubló la razón, y ahí comenzó la debacle. Ver las imágenes me recordó a aquella vez de Matías Almeyda en la cancha de boca, en una tarde parecida a la noche del miércoles. Uno de esos partidos donde la pasión desbordó a los jugadores de River y los hizo olvidar de la importancia que encierran para el hincha este tipo de encuentros.

Ahora sólo resta esperar la definición sobre su futuro en las canchas. Muchos saldrán a matarlo, y no faltarán aquellos que aprovechen esta situación para intentar hundir un poco más al club de Nuñez. Habrá que hacer oídos sordos, pero no confundir las cosas. La situación de River no admite derrotas, y mucho menos en partidos que trascienden lo deportivo. El sentimiento en la tribuna sigue intacto, y el hincha de River más que nunca aguarda que dicha pasión se transforme en alegría en el campo de juego, esa que se nos viene negando y que tanto necesita nuestro ilusionado corazón.

martes, 24 de enero de 2012

Ser feliz, a nuestra manera.



¡Qué locura despertás River! Miro una y otra vez las imágenes de esa multitud recibiendo al plantel esta tarde en Chaco y logro entender al menos algunos de los motivos por los cuales te quiero tanto. Esos que intento explicar cada vez que me preguntan a qué se debe mi fanatismo, mi pasión, mi hermosa e incurable enfermedad.
Es lindo ver que en el lugar donde juegues, siempre vamos a alentarte. Los que tienen la fortuna de hacerlo desde apenas unos metros del campo de juego, los que lo hacen por tv, los que te escuchan por radio y aquellos que hacen malavares para seguirlo por internet. Sea de la forma que sea, somos muchos los que te acompañamos aún en los peores momentos. Los que entendemos que dentro de tanta pasión no existe razón que impida trasladar el sentimiento. Multiplicarlo en miles, millones a lo largo y a lo ancho del país.
Hoy me sentí parte de esa caravana. Hoy entendí que aún después de haber vivido ese 26 de Junio estamos más vivos que nunca. Que la llama Riverplatense es imposible de apagar. Que el anhelo es cada vez más grande y se agiganta pensando en que la meta está cerca. Será duro, sin dudas, pero nadie puede quitarnos el derecho a ilusionarnos con volver a ver a ese River que tantas alegrías nos regaló.
Hoy más que nunca me siento en la necesidad de contarles cuán feliz me siento de llevar la banda roja en la piel. Es uno de esos días en los cuales me pregunto qué hubiese sido de mi vida sin River y créanme que no cabe en mi mente esa posibilidad. Es algo tan grande, tan inmenso que no tiene medida alguna. 
Pisar el Monumental es algo incomparable. Aquellos que alguna vez lo hicieron me van a poder entender, y los que aún no tuvieron dicha suerte, déjenme decirles que es algo que no se pueden perder. Es una sensación única, algo que no se vive en ningún otro lado. Es encontrarte con un poco más de 110 años de historia y empezar a escribir la tuya como lo hicieron grandes ídolos que alguna vez tuvieron la suerte de defender esta gloriosa camiseta.

Se viene un partido de esos que nadie se quiere perder. Podrán decir que no es oficial pero nada tiene de amistoso. Es un encuentro del cual no admito otro resultado que no sea una victoria, esa que tanto merecemos los que te seguimos, te alentamos y dejamos en claro que nuestra pasión no entiende de categoría. Ilusiona notar el entusiasmo que el hincha le contagió al plantel. Sin dudas, son esos partidos que, en gran medida, se juegan con el corazón y ver a varios jugadores dispuestos a dejar la vida por la banda roja es un motivo más que suficiente para creer que más allá del abismo el deseo sigue intacto.
Vamos por tres puntos que empiecen a allanar el camino, dejemos la vida en el césped y en la tribuna. Somos muchos los que estamos con vos River. Vamos todos unidos.

sábado, 14 de enero de 2012

Un amor para toda la vida



Hay quienes aseguran que el primer amor es aquel que nunca se olvida. Pueden pasar muchos en el medio, algunos seguramente dejarán un buen recuerdo, y otros, no tanto. Pero como el primer amor, difícil que exista.
En mi vida como en la de tantos millones, River es sinónimo de amor. Ese que conocés el día que llegás al mundo. Que te enamora con sus colores, con ese radiante manto blanco cruzado por una banda roja que de sólo mirarla te pone la piel de gallina. Y créanme que el término gallina no me significa una ofensa como algunos intentan hacer, sino todo lo contrario. A uno se le pone la piel de gallina cuando tiene en el cuerpo esa sensación de emoción, de pasión, de sentir más suyo que nunca lo que está viviendo. Es exactamente eso lo que me pasa cada vez que me pongo la camiseta, o cuando piso el Monumental y me acuerdo de la primera vez que lo visité de la mano de mi viejo. Me pasa también cuando simplemente intento describir lo que significa esta enorme pasión. Pienso en todos y cada uno de los que lo sienten como yo y vuelve a recorrerme esa indescriptible sensación.
Muchas veces me preguntaron qué es lo que tanto me une a River, y aunque intenté buscarle una respuesta, como se imaginarán aún no la encontré. Hay algo que me sirvió mucho para empezar a entender ese lazo tan fuerte que tengo con estos colores, y fue justamente la vuelta al primer amor de dos grandes jugadores y referentes del actual plantel millonario. Es cierto que en el medio existieron tironeos, egos y demás situaciones que inevitablemente suceden cuando se vuelve al primer hogar. Pero como dice aquella canción de Andrés Calamaro, El amor es más fuerte.
No es habitual que incluya nombres propios, pero no puedo dejar de contarles que la grandeza de Fernando Cavenaghi y de Alejandro Domínguez en una época donde muchos le dieron la espalda a River, fue una luz en ese momento tan oscuro. Fue renovar la ilusión, creer que aún cuando todo parece perdido ese enamoramiento con el primer amor vuelve a comenzar.
Volver a River en este momento no es tarea fácil. En un club tan grande, con la hinchada más grande y 110 años de gloria, el retorno luego de aquel 26 de Junio es algo que pocos, muy pocos, se animaron a emprender. Es algo así como valorar lo que ese primer amor te dio cuando más lo necesitaste, y un día, cuando sentís la necesidad de devolverle un poco de eso que tanto te transmitió, volvés sin importar aquello que resignás. Hacés oídos sordos a esos que seguramente te tildarán de loco, y aunque intentes explicarles una y otra vez el motivo de tu vuelta, sabrás que si no lo sienten como vos, los argumentos serán inútiles.
Porque el amor te lleva a cometer locuras. Inexplicables. Difícil de entender para muchos que no comprenden que cuando se trata de pasión, la razón pierde por goleada.

De River uno se enamora día a día. Con River uno conoce lo que es la fidelidad en su máxima expresión. Porque el amor verdadero no entiende de límites, no tiene fecha de vencimiento aún cuando ya no habitemos la tierra. Es un amor que encierra el sentimiento más puro que una persona puede concebir. Es encontrarle un sentido a cada fin de semana. Es entender que el fútbol es más que un resultado. River es un estilo de vida, es un pacto de aquí a la eternidad. Es ese primer y único amor que sin dudas, dura para toda la vida.

miércoles, 11 de enero de 2012

Miles de hinchas, la misma ilusión.



¡Qué larga se hace la espera, River de mi vida!
En épocas donde pretemporada, entrenamiento, refuerzos, son moneda corriente, los días parecen tener más horas que lo habitual. Los partidos de verano, esos a los que muchos le restan valor pero que sirven para volver a ver a los once que desde mediadios de Diciembre no vemos, parecen no llegar nunca. ¡Ni hablar de los superclásicos! Sí, soy una de los tantos que esperan esos dos partidos como si fuesen alguno de esos por copa, o incluso por un torneo oficial.
Al hincha de River no vengan a hablarle de estaciones del año. Como reza aquel grito de guerra, ya quedó demostrado que la pasión de esos miles de fanáticos que visten orgullosos la banda roja  no entiende de límites, kilómetros ni de elevadísimas temperaturas. Cualquier cotejo que dispute el club de Nuñez es una cita obligada para aquellos que llevamos los colores más a fuego que nunca.
Será especial, no tengo dudas. No voy a negar que venimos transitando un camino engorroso desde aquel 26 de Junio, o quizás desde un poco antes, cuando algunos podían preveer el final de una crónica, lamentablemente, anunciada. Pero como siempre digo, el hincha de River tiene suficiente espalda para sobrellevar la adversidad. 110 años y millones de hinchas a lo largo del planeta, lo avalan.
Al día siguiente del descenso me pregunté cómo iba a ser mi relación con River de ahí en adelante. Inmediatamente me propuse acompañarlo más que nunca, participar. Involucrarme y aportar algo desde mi humilde lugar. Y créanme que es algo que veo reflejado en miles como yo. Cada día conozco más historias de anónimos y agrupaciones que se vieron en la necesidad de aferrarse un poco más al club. Casualmente esta mañana le decía a un amigo, que sintió lo mismo que yo, algo así como que el descenso potenció la pasión. Sin dudas, suena ambiguo y es difícil de explicar, pero confío en que me entiendan aquellos que sienten la banda parte de su vida, de su identidad, de su piel.
La obligación de defender a River es de todos. Desde el primero al último que compone el maravilloso mundo blanco y rojo. Es nuestra responsabilidad acompañar a esos colores, y hacerlos respetar dentro y fuera del verde césped. Dejar en claro que esa locura que sentimos por River no se compara con nada. Enarbolar la bandera, cubrir de punta a punta el globo terráqueo con ese manto blanco y demostrar una vez más que River Plate es el más grande, lejos.


Costó y cuesta superar este duro trance que nos toca vivir. Aún quedan seis meses de este interminable torneo y serán largos los kilómetros a recorrer. Tenemos jugadores, hinchada y un enorme sentimiento por esta camiseta. Nos sobra pasión y todavía le queda mucha cuerda a ese amor eterno. La ilusión sigue intacta o mejor dicho, más viva que nunca. Es cierto que la experiencia en la B es algo que ni el más pesimista hubiera imaginado, pero si hay algo que me reconforta es saber que aún en las malas quiero a River más que nunca.

miércoles, 4 de enero de 2012

Con el pie derecho, River


Esta mañana el club de Nuñez puso en marcha la ilusión que los hinchas venimos arrastrando hace ya varios meses. Volver a ver a River en el lugar del que nunca debió haberse ido, de lo más alto del fútbol argentino. Será sin dudas un semestre definitorio para el millo. No hay lugar para especulaciones ni dudas. Cada partido deberá ser tomado con el respeto que merece para dejar de agrandar giles, como vulgarmente se dice.
Las puertas del Monumental vuelven a abrirse y con ello vuelven a latir millones de corazones golpeados por este duro momento pero con la pasión intacta, esa que como siempre digo no conoce de límites, kilómetros o rivales. No existe motivo por el cual el hincha de River decline la cita que tiene cada fin de semana con su equipo. Sobradas muestran avalan lo que digo, basta con ver tablas de recaudaciones o incluso la cantidad de nuevos socios que tiene River mes a mes. Ni hablar de la rapidez con la que suelen agotarse las entradas o los precios irrisorios que están dispuestos a pagar en una reventa.
Habrá que fortalecer un poco más el corazón y explicarle que todavía le queda mucha cuerda junto a River. Si sobrevivimos a aquel 26 de Junio pasado, ¿Cómo no acompañar al millo ahora?
Algunos  lo llaman resurrección, otros simplemente retorno. Al fin y al cabo, son sinónimos del mismo objetivo. Ese que habla de volver a ser lo que grandes glorias supieron hacer de River a través de estos 110 años de vida. Idolos como el Beto Alonso, que hoy festeja sus 59 años envuelto en una falta de respeto que sin dudas, alguien que nos regaló aquellos goles con la mítica pelota naranja y esa vuelta olímpica en la cancha del clásico rival, no merece.

Exijamos. No será menos hincha aquel que le exija actitud y buen juego al equipo. Estoy convencida que uno de los motivos por los cuales estamos transitando este duro momento es por haber aprobado jugadores que nunca debieron haber vestido esa gloriosa banda roja. Esa que supo hacerse más intensa a través de los años, y hoy se ve opacada por la dura realidad que nos toca vivir. River pone primera rumbo a la meta de volver a lo más alto. Que sea con el pie derecho, querido millonario.

domingo, 1 de enero de 2012

Año nuevo, mismo sentimiento.


Hora de dar vuelta la página. Dejar atrás el año más oscuro de nuestros 110 años y unirnos más que nunca por la vuelta del más grande a la máxima categoría. Hay quienes suelen decir que al año nuevo le viene una vida nueva. Es probable que así sea, aunque en realidad lo que se renuevan son los proyectos, las ilusiones. Si de River hablo, lo único que no se renueva es la pasión. Porque sigue intacta, firme y más latente que nunca.
Anoche, al levantar la copa imaginaba a cada uno de los miles de fanáticos que comparten el mismo sentimiento. Seguramente el deseo se repitió a lo largo del planeta, sin importar diferencias horarias. Cada uno de nosotros incluyó en su brindis el anhelo de volver a ser. De volver a ver a River en lo más alto. De recuperar esa identidad que hoy varios parecen haber olvidado. Será, sin dudas, un camino largo y doloroso, como lo viene siendo desde aquel 26 de Junio pasado. Pero déjenme decirles que el hincha de la banda lleva un espíritu de lucha incansable, el mismo que lo impulsa a seguir a su equipo hasta el lugar más remoto sin importar distancia o rival. 
El 2012 es un año bisiesto, y revisando los años de igual característica me permito ilusionarme un poco más. Desde aquel glorioso 1996, donde River ganó todo, hasta la fecha los años bisiestos han sido victoriosos. El 2000, 2004 y 2008 vió coronarse campeón al equipo de Nuñez. Algunos dirán que las estadísticas no sirven, y es algo respetable. Pero desde mi humilde lugar de hincha necesito aferrarme a algo para creer que se puede revertir, y el tema de los años no es un dato menor.  
Como dije alguna vez, serán los próximos seis meses determinantes para River. El margen de error es cada vez más chico, al igual que la paciencia del hincha. Ya no hay lugar para las dudas, cada partido deberá ser tomado como una auténtica final. Habrá que dejar de agrandar rivales y revalidar la grandeza que supieron darle a nuestro club tantas glorias que hoy ya no están para ponerse los cortos. Habrá que pedirle al corazón que resista. Estoy segura que aún después de haber tocado fondo, algo pudimos aprender, pero que no se confunda. Aprender no significa perdonar porque el dolor perdura y será algo que nos acompañe hasta el último día.

Varias profecías han dicho que el 2012 será el año del fin del mundo. Déjenme contarles que vengo experimentando esa sensación hace ya varios meses. Cada punto que dejamos en el camino me recuerda a aquellos escasos que nos hicieron falta para no llegar a donde nos encontramos hoy en día. Las noches sin dormir, las discusiones hasta el cansancio con amigos defendiendo algo que ni yo podía sostener, miles de mensajes de texto diciendo "Hasta cuándo" y aquellos más optimistas que rezaban "Ya va a pasar", todo me fue fortaleciendo. Hay quienes dicen que lo que no te mata, te fortalece. Y debo admitir que es una gran verdad. Aunque varias veces me sentí muerta en vida, hoy puedo afirmar que es la enorme pasión que siento por esa banda roja la que no me deja caer. Ya sufrimos lo suficiente, el duelo todavía está en marcha. Que los Mayas esperen, antes del fin del mundo hay que volver a ver a River en lo más alto. Créanme que más que un deseo, es una obligación.