Final a la pesadilla que me mantuvo en vilo 363 días y noches. Final a la pesadilla que me generó el nudo más grande en la garganta, el mayor dolor de cuerpo. Final a una pesadilla que me costó peleas con amigos, con familiares. Y por sobre todas las cosas, final a una pesadilla que reafirmó el amor que siento por estos colores. La locura que genera un club de fútbol. La pasión que, 38 fechas después, le sigue ganando por goleada a la razón. Hace meses vengo pensando qué escribiría hoy. Fueron muchos los domingos que me desperté con la idea de que el anhelo se alejaba, pero también fueron muchos los días que renové la confianza en el grupo que defendió a muerte esta camiseta. Hoy, créanme, no me sale nada de lo que había planeado. Hoy no entiendo cómo llegamos hasta acá pero si todo lo sufrido valió para despertarme con la sensación que todavía tengo no me arrepiento de nada.
Llegué al Monumental con una incertidumbre insoportable. No sabía qué hacer para adelantar el tiempo. Las agujas del reloj parecían estancarse cada cinco minutos. Nadie me aseguraba el resultado y, era previsible que no sucediera pensando que tantas veces nos confiamos y nos llevamos la desilusión a casa. Esta vez ni el más optimista se animaba a vaticinarme el final de esta historia. La postal era repetida en los miles de rostros que se hicieron presentes. Recibí llamados de personas que jamás pensé que recibiría deseándome una especie de suerte que ni yo creía. La previa fue a puro nervio y ansiedad hasta que se hicieron las 3, y la pelota comenzó a girar. Radios por doquier en todo el círculo del Monumental. Recordé aquel partido ante Lanus donde las malas noticias llegaban minuto a minuto y, por supuesto, intenté pensar que la historia esta vez tenía que estar del lado de River. Y ocurrió lo que tanto ansiábamos. El pitazo final desató el llanto, la locura, la felicidad en todos. Habíamos terminado con el sufrimiento de meses y necesitábamos esa explosión en el alma que todavía me recorre por la piel.
Qué difícil se hace hablar de los sentimientos. Y más complicado es cuando se trata de uno imposible de explicar en palabras. Es cuestión de sentirlo, de vivirlo. Se trata de dejarse llevar por la pasión, por la locura que genera la camiseta. Se trata de conocer la historia, la gloria. De los motivos por los cuales este club es demasiado grande y de ninguna manera merecía estar en el lugar donde muchos lo llevaron. Pienso en los kilómetros recorridos, en los maltratos que recibimos. En las canchas que visitamos, la lucha por entradas, la angustia que arrastramos hace ya varios meses y más orgullosa me pone saber que seguimos estando. Que nunca nos caracterizamos por abandonar. Que pudimos habernos enojado, criticado y hasta pensamos en dejar todo pero, el amor, el amor es más fuerte.
Siento un gran alivio. Tengo la sensación de haberme despertado de un año colmado de negativas. Porque si ganábamos, no jugábamos con nadie. Si empatábamos éramos el peor equipo y si perdíamos, bueno, para qué decirlo. Un año en el cual los refuerzos llegaban rotos, los jugadores estaban peleados. La dirigencia le había soltado la mano al cuerpo técnico y el técnico, uno que tuvo que ponerse el buzo casi sin tiempo a pensarlo, era incapaz de sacar esto adelante. Y finalmente, todos unidos, lo logramos. Aquel mundo que se me derrumbó el 26 de Junio de 2011 hoy parece comenzar a reconstruirse. Llevará su tiempo, no tengo dudas. Pero hoy decido ponerle punto y aparte al sufrimiento más grande que viví. Hoy empiezo a escribir una nueva página con la certeza de que somos millones los que llevamos la banda roja en el alma y no vamos a dejarte caer, nunca más.
Me sumo ahora al blog, así que desconozco la "linea editorial" del sitio. Opiné en varias notas y en todas destaqué algo diferente. En unas me centré en la soledad del plantel, de un club dirigencialmente desunido, de hinchas que no sabíamos como reaccionar en una situación inédita y alguna vez fuimos injustos. En otros post comenté sobre el partido, de Funes Mori que parecía Kempes, del primer tiempo de Ponzio corriendo por el resto, del gusto de putear al bostero sentado en el banco contrario. Leyéndote se me da por pensar en la famosa discusión de si había o no que festejar el ascenso. Y si bien las palabras desahogo y alivio fueron las más usadas, cuando sonó el silbato final nadie pensó en eso y todos nos lanzamos a saltar y cantar. El futbol es pasión, River es el estado superior de la pasión. El torneo fue dificilísimo, cono todo lo que lo hemos criticado en algunas cosas, me animo a decir que este plantel podía pelear el torneo de primera con mayor comodidad con la que lo hizo en el Nacional. Almeyda, al que se le notaron errores de técnico principiante, tuvo su mayor capacidad en liberar al plantel de las exigencias y ansiedades de afuera. Hay una base de jugadores con futuro, tipos como Ponzio que se han ganado el corazón de los hinchas. Hay pibes como Cazares que tienen que empezar a tener rodaje. Y espero que haya una correcta lectura de las virtudes del plantel para no superponer jugadores en el mismo puesto, y para reforzar con jerarquía los puestos flojos. Me gustó que los jugadores elijan la palabra resurrección como emblema de la conquista, es síntoma de que se apunta alto.
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