Volví a mi querido blog. Habiendo pasado un poco más de dos meses de la última entrada me sentí en la necesidad de volver a hacer un poco de catarsis acá. De contar la pesadilla que estoy viviendo junto a miles que lo sufren cada fin de semana. Con altibajos, no lo voy a negar. Las victorias me ilusionan pero los empates, que a esta altura ya se transforman en derrotas, me derrumban. No disfruto los partidos y, para peor, llego a mi casa con un dolor de cuerpo y alma que me consume. Es que quiero tanto a River que me doy cuenta que no exagero cuando digo que esta camiseta es realmente es mi vida. No encuentro explicación para semejante momento. No puedo entender cómo llegamos hasta acá. Pasamos de ser el más grande a un equipo completamente frío, sin corazón. Sin ideas, sin caudillos. Los referentes pelean más con los hinchas que dentro del campo de juego. Las explicaciones no alcanzan y cuando más se las necesitan, brillan por su ausencia. Y en las tribunas, el aliento ya no contagia. Pero qué se le puede pedir a toda esa gente que aún en los peores momentos sigue estando.
Presentimiento, premonición, como quieran llamarlo pero ayer, antes del partido, me acordé de aquella bandera que pusieron hace un año y rezaba "Jueguen por nosotros, estamos con ustedes." Todos conocemos el final de la historia de esa bandera pero créanme que hoy volvería a colgarla. No dudo que los jugadores sufran por este momento, pero nadie más que el hincha genuino, ese que hace superlativos esfuerzos para llegar desde cualquier lado a cada lugar donde juega la banda roja, se fue ayer con un nudo en la garganta inexplicable. Lo que viví ayer en el Monumental hacía mucho que no me ocurría. Me fui realmente mal. Perdida, desconsolada. No entendía lo que había pasado. Cómo se nos habían escapado dos puntos de manera increíble, inadmisible, imperdonable. Cómo se puede llevar puesta una camiseta con tanta historia y no defenderla. No puedo explicarles la impotencia que me recorre. Ayer era tristeza, hoy se transformó en bronca. Bronca de mirar una y mil veces los videos del River más ganador y caer en la realidad de que ya no queda nada. Bronca de escuchar a la persona que me llevó por primera vez a la cancha decir que jamás se imaginó esto. Y tiene razón. ¿Cómo se lo voy a refutar? Pasó 18 años sin salir campeón, aguantándose las cargadas de sus compañeros y lo que estamos viviendo hoy lo superó ampliamente. Y él, mi viejo, que pensaba que no iba a haber nada peor que esos 18 años...
Me preguntan qué haría si River debiera pasar una temporada más en la B y mi cabeza entra entre crisis. No toleraría un año más así, bajo ningún punto de vista. No minimizo a los demás rivales pero sé que River es mucho más que esta categoría. Quizás no se demuestra en la cancha, pero una historia nos avala y es por ella que no puede suceder. Hasta me niego a pensar en una hipotética promoción. No creo que mi corazón, aún siendo muy jóven, soporte esas dos finales. Ya lo pasamos una vez, ¿qué necesidad de volver a vivirlo?. Pero inmediatamente mi corazón responde que seguiría estando junto a River. Y aunque me duela en el alma hoy no estoy segura del final de esta historia. Por un lado, deseo despertarme dentro de cuatro fines de semana. No quiero sufrir más, no quiero ver como el club del cual soy hincha, socia y una eterna enamorada se sigue cayendo a pedazos. No puedo ver que la gente termine peleándose entre sí cuando deberíamos estar más unidos que nunca. Y por otro lado, me siento en la necesidad de seguir junto a ellos. De acompañarlos, de decirles una vez más que estamos. Que no abandonamos. Que no somos como esos que en las malas se borran. Que sabemos de alegrías, de fiestas, de vueltas olímpicas. Que nos necesita más que nunca y que elijo estar hasta el final.
Duele el alma al verte así, River de mi vida. Duele ver lo que te hicieron, lo que nos hicieron. Duele no encontrar respuestas en un momento donde necesito que me aseguren que en un mes voy a empezar a escribir otra historia. Una historia que hable de verte brillar como tantas veces te vi. Donde pueda llenar las páginas de gloria y no de desazones. Espero el día en el cual pueda torcer la historia. Donde pueda dormirme pensando en que volvimos al lugar del que no debimos haber ido jamás. Donde los nudos en la garganta y las opresiones en el pecho se transformen en sonrisas, en cansancio de saltar. En dolor en las manos de aplaudirte. No se de dónde saco fuerzas pero sigo confiando en ustedes, no nos defrauden.
muy lindo la verdad q coincido duele verlo asi a river,se sufre demasiado pero no hay que abandonar con river siempre!!!!
ResponderEliminarGente peleándose entre si hay que apludirlos o hay que insultarlos... eso es triste. Por más bronca que tengamos y más impotencia que nos invada ninguno de nuestros referentes se merece un insulto, porque relegaron todo para defender estos colores. Que hay malas decisiones, las hay, fruto de la inexperiencia o negligencia. Esto es dolor compartido.
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