"Porque desde la primera vez que uno pone un pie en la vereda del Monumental no puede imaginarse
la vida sin la banda. Como existe el viento, como el cielo es azul. Gracias a Dios, existe River."
Ignacio Copani

viernes, 25 de mayo de 2012

111 años después, te vuelvo a elegir.



Hace horas vengo pensando de qué manera iba a resumir en algunas lineas lo que significa River en este cumpleaños número 111. Muchos me dijeron que no hay nada por festejar. Argumentaban que estar en la B, en una situación impensada, era motivo suficiente para pasar el 25 de Mayo como un día más. Con perfil bajo, inadvertidos. Me enojé. No entendía como esos que se llenan la boca hablando de aguante, de amor, de pasión, pudieron esbozarme no festejar un nuevo año junto a River. Por eso decidí izar la bandera más que nunca y partir rumbo al Monumental. Mi casa, nuestra casa.

Al llegar pude ver a todos esos locos apasionados como yo. Entendí que no estaba errada en querer festejar un nuevo cumpleaños. Entendí que, más allá del dolor que causa ver a River en esta categoría, me regaló muchas más alegrías que tristezas. Entendí que esa canción que reza Pasan los años, pasan los jugadores, pero lo que no pasa, River es mi pasión sigue intacta. Que la locura sigue intacta. Que el sentimiento no entiende de circunstancias, de partidos, de lugar donde nuestro querido millonario.
Me encontré con muchos conocidos, y una vez más entendí por qué estaba caminando junto a ellos. Sin dudas,  River, además de lo que me dio a lo largo de mi corta edad me hizo conocer personas que seguramente jamás hubiera encontrado. Me regaló una nueva familia, la riverplatense, me regaló los mejores abrazos, las mejores afonías. Siempre digo que River en mi vida es como una terapia. Puedo tener la peor semana pero pisar el Monumental logra que mi mundo se reduzca por dos o tres horas a la mayor felicidad. Con River no existe el mal de amores, las peleas con amigos, las discusiones familiares. Con River no existen los malos días, los problemas laborales se terminan, las desilusiones se olvidan. River genera que el corazón, la mente, el cuerpo luzca como nuevo. Es mágico. Uno entra en ese círculo rojo y blanco y el aire se renueva. Y solo te dedicás a disfrutar. A vivir la fiesta. A llevarte en las retinas las imágenes que solo se sienten en el corazón.

Seguramente, hace 111 años, esos soñadores que forjaron nuestro querido River Plate no imaginaron que tendría este significado en la vida de tantos. En la vida de aquellos que lo tienen todo, y en la de esos que no tienen nada y se aferran a estos colores para seguir viviendo. Esos que entienden a River como una forma de vivir, como un pacto de aquí a la eternidad. Es difícil de entender para aquellos que no lo viven, lo sé. No voy a pretender que comprendan mi locura, déjenme nomás vivirla.

Ignacio Copani cantó en uno de sus temas que Ser Riverplantese es gozar la vida y es cierto que en este último tiempo a nosotros nos está costando disfrutar. No soy necia y admito el momento que estamos atravesando. No voy a negarlo, me duele en el alma ver en ruinas al club que me vio nacer y que yo vi crecer. Me duele tanto como ver herido a una familiar, porque créanme que no miento al decir que River es una parte enorme de mi vida. Y es por eso que decidí no abandonarlo. Que si me regaló tantas sonrisas, tantos momentos inolvidables, tantas personas inigualables, hoy me necesita a su lado. Y hoy, 25 de Mayo, en el día de su cumpleaños no iba a dejar de estarlo. Sentir esta interminable pasión es un sentimiento que no se explica pero tiene nombre. Se llama River Plate y hoy, 111 años después, te vuelvo a elegir.

domingo, 20 de mayo de 2012

Entre la razón y el corazón.



Volví a mi querido blog. Habiendo pasado un poco más de dos meses de la última entrada me sentí en la necesidad de volver a hacer un poco de catarsis acá. De contar la pesadilla que estoy viviendo junto a miles que lo sufren cada fin de semana. Con altibajos, no lo voy a negar. Las victorias me ilusionan pero los empates, que a esta altura ya se transforman en derrotas, me derrumban. No disfruto los partidos y, para peor, llego a mi casa con un dolor de cuerpo y alma que me consume. Es que quiero tanto a River que me doy cuenta que no exagero cuando digo que esta camiseta es realmente es mi vida. No encuentro explicación para semejante momento. No puedo entender cómo llegamos hasta acá. Pasamos de ser el más grande a un equipo completamente frío, sin corazón. Sin ideas, sin caudillos. Los referentes pelean más con los hinchas que dentro del campo de juego. Las explicaciones no alcanzan y cuando más se las necesitan, brillan por su ausencia. Y en las tribunas, el aliento ya no contagia. Pero qué se le puede pedir a toda esa gente que aún en los peores momentos sigue estando. 

Presentimiento, premonición, como quieran llamarlo pero ayer, antes del partido, me acordé de aquella bandera que pusieron hace un año y rezaba "Jueguen por nosotros, estamos con ustedes." Todos conocemos el final de la historia de esa bandera pero créanme que hoy volvería a colgarla. No dudo que los jugadores sufran por este momento, pero nadie más que el hincha genuino, ese que hace superlativos esfuerzos para llegar desde cualquier lado a cada lugar donde juega la banda roja, se fue ayer con un nudo en la garganta inexplicable. Lo que viví ayer en el Monumental hacía mucho que no me ocurría. Me fui realmente mal. Perdida, desconsolada. No entendía lo que había pasado. Cómo se nos habían escapado dos puntos de manera increíble, inadmisible, imperdonable. Cómo se puede llevar puesta una camiseta con tanta historia y no defenderla. No puedo explicarles la impotencia que me recorre. Ayer era tristeza, hoy se transformó en bronca. Bronca de mirar una y mil veces los videos del River más ganador y caer en la realidad de que ya no queda nada. Bronca de escuchar a la persona que me llevó por primera vez a la cancha decir que jamás se imaginó esto. Y tiene razón. ¿Cómo se lo voy a refutar? Pasó 18 años sin salir campeón, aguantándose las cargadas de sus compañeros y lo que estamos viviendo hoy lo superó ampliamente. Y él, mi viejo, que pensaba que no iba a haber nada peor que esos 18 años... 

Me preguntan qué haría si River debiera pasar una temporada más en la B y mi cabeza entra entre crisis. No toleraría un año más así, bajo ningún punto de vista. No minimizo a los demás rivales pero sé que River es mucho más que esta categoría. Quizás no se demuestra en la cancha, pero una historia nos avala y es por ella que no puede suceder. Hasta me niego a pensar en una hipotética promoción. No creo que mi corazón, aún siendo muy jóven, soporte esas dos finales. Ya lo pasamos una vez, ¿qué necesidad de volver a vivirlo?. Pero inmediatamente mi corazón responde que seguiría estando junto a River. Y aunque me duela en el alma hoy no estoy segura del final de esta historia. Por un lado, deseo despertarme dentro de cuatro fines de semana. No quiero sufrir más, no quiero ver como el club del cual soy hincha, socia y una eterna enamorada se sigue cayendo a pedazos. No puedo ver que la gente termine peleándose entre sí cuando deberíamos estar más unidos que nunca. Y por otro lado, me siento en la necesidad de seguir junto a ellos. De acompañarlos, de decirles una vez más que estamos. Que no abandonamos. Que no somos como esos que en las malas se borran. Que sabemos de alegrías, de fiestas, de vueltas olímpicas. Que nos necesita más que nunca y que elijo estar hasta el final.

Duele el alma al verte así, River de mi vida. Duele ver lo que te hicieron, lo que nos hicieron. Duele no encontrar respuestas en un momento donde necesito que me aseguren que en un mes voy a empezar a escribir otra historia. Una historia que hable de verte brillar como tantas veces te vi. Donde pueda llenar las páginas de gloria y no de desazones. Espero el día en el cual pueda torcer la historia. Donde pueda dormirme pensando en que volvimos al lugar del que no debimos haber ido jamás. Donde los nudos en la garganta y las opresiones en el pecho se transformen en sonrisas, en cansancio de saltar. En dolor en las manos de aplaudirte. No se de dónde saco fuerzas pero sigo confiando en ustedes, no nos defrauden.