"Porque desde la primera vez que uno pone un pie en la vereda del Monumental no puede imaginarse
la vida sin la banda. Como existe el viento, como el cielo es azul. Gracias a Dios, existe River."
Ignacio Copani

martes, 29 de noviembre de 2011

Una pasión Monumental.


Muchas veces me preguntaron cuál era mi lugar en el mundo. Sin dudas es una pregunta que en mi vida tiene una clara respuesta, y como se imaginan, es El Monumental.
Enorme en sus dimensiones, en su historia, en su gloria. Así como también, testigo del momento más oscuro, ese que todos los riverplatenses hubiéramos querido ni pensar. Protagonista de interminables fiestas, vueltas olímpicas, inolvidables hazañas y tantos momentos que quedaron grabados en la retina de cada uno de sus espectadores.
Porque el Monumental tiene eso imposible de describir. Algunos se animan a llamarlo magia, otros tantos, conservadores, prefieren optar por la mística, esa que hoy parece haber quedado un poco de lado, pero que no dudo, recuperaremos y haremos aún más intensa.
Cualquier adjetivo me quedaría chico para explicar lo que se siente al entrar a esa mole de cemento. Siempre digo que en mi caso, es algo así como una terapia. Son esas únicas dos horas de la semana donde me permito dejar de lado la razón y darle total libertad a la pasión, esa de color blanco y rojo, la locura más linda que una persona puede llevar y conservar en el corazón. Será por eso que me enojo cuando no pueden comprender lo importante que son esos 90 minutos junto a la gente que lo siente como yo, y me cuestionan cómo es posible perderme una reunión familiar, una salida con amigos. Pero claro, siempre termino en la misma conclusión. Solamente quien lo siente, me va a poder entender.
Cada recoveco del Antonio Vespucio Liberti guarda una historia. La mía, la tuya, y la de tantos miles que alguna vez lo visitaron. Déjenme contarles un poquito de la mía y les propongo que en los comentarios puedan contarme de la suya. De familia futbolera que vengo, en su mayoría  hombres, era muy difícil convencerlos de que me llevaran al Monumental ya que en los 90 no era muy habitual ver tantas mujeres en un estadio de fútbol, y mucho menos, una nena de 5-6 años. Luego de varios intentos, el momento tan esperado había llegado. Y sí, lo recuerdo como si fuese hoy. Un 17 de Diciembre de 1997, a mis 7 años, y de la mano de mi papá y mi hermano pisé por primera vez aquel lugar del que deseo no irme jamás. Para los memoriosos, fue el partido final por la Supercopa, ante San Pablo. Cómo olvidarme aquellos dos goles del Chileno Salas, al Príncipe levantando esa preciada copa que River acababa de ganar por primera vez en su historia. Los aplausos se multiplicaban en cada uno de los que allí estábamos presentes y el Dale Campeón se hacía interminable.
Créanme que hoy en día, cada vez que entro a mi casa, porque realmente siento que el Monumental es parte de mi vida y lo será por siempre, vuelvo a revivir las sensaciones de aquel partido. 14 años pasaron de aquella primera vez, y realmente el sentimiento de volver a mi lugar en el mundo sigue siendo el mismo, o mejor dicho, se hizo aún más inmenso.

No podría nunca explicar en palabras lo que se siente, es por eso que intento resumirlo a través del verso escrito por Ignacio Copani, ese que dice algo así como ...'Porque desde la primera vez que uno pone un pié en la vereda del Monumental no puede imaginarse la vida sin la banda, como existe el viento, como el cielo es azul, gracias a Dios, existe River.'...
Vuelvo a leerlo y más convencida estoy de que sin dudas, es la frase más acertada que escuché en una canción. Es tal cual lo que le pasa a quien lleva la banda tatuada en el corazón. Insisto, es imposible de explicar, pero créanme que sentirlo es muchísimo mejor.

domingo, 27 de noviembre de 2011

El sentimiento, intacto.


En una época donde el famoso Paladar Negro que siempre caracterizó al hincha de River no abunda, y en los peores casos brilla por su ausencia, lo único que prevalece es la pasión del fanático millonario, aquel que lo hace sin fin alguno, sólamente por compartir esos 90 minutos en la tribuna. Y no me olvido de aquellos que no tienen la posibilidad de asistir al Monumental y apoyan al equipo por diversos medios, porque como siempre digo, hincha no sólo es aquel que va a la cancha, sino son todos aquellos que a lo largo y a lo ancho del mundo defienden el blanco y el rojo, por sobre todas las cosas.
Ayer por la tarde-noche, me tocó vivir algo que ya percibía hacía varios partidos. Tal como ocurrió en el encuentro ante Atlético Tucumán, noté un equipo carente de ideas, empujado por la impotencia, cuyos pases no tenían destino alguno. Sumado a la mala fortuna que viene acompañándonos hace rato, un combo perfecto para volver a amargarnos la noche. Pero no me voy a ocupar del equipo, esa tarea se la dejo a quienes analizan más a fondo cada partido.
Como reza el título, en estos tiempos donde el mundo River está tan convulsionado, lo único que sigue intacto es el sentimiento. Pero déjenme decirles que estoy en desacuerdo con aquellos que, aún perdiendo, despiden al equipo como si nada hubiera sucedido. Desde ya dejo en claro que jamás voy a apoyar una reacción agresiva de la hinchada hacia el plantel, pero sí, hacerles saber que tenemos 110 años de gloriosa historia y es por ella, y por tantos ídolos que dejaron todo por la banda, por lo cual debemos respetar esa forma de juego que siempre nos caracterizó. 
Si hay algo que el hincha de River siempre dejó en claro es que en las buenas y en las malas acompaña al equipo, sobradas muestras me avalan. Pero es necesario no confundir el apoyo con la aprobación. Ultimamente me voy del Monumental con la sensación de que para muchos, lamentablemente, ganar o perder da lo mismo. Ni hablemos de aquella famosa canción que algunos se animaron a entonar orgullosos donde expresaban que no les importaba la categoría, algo realmente lamentable.
Nadie dijo que jugar este tipo de torneo sería fácil, es cierto. Sabemos que enfrentar al equipo de Nuñez tiene un condimento extra para todos, pero si los nuestros se esmeran en allanarles el camino, estamos realmente perdidos. 

Es necesario recuperar ese espíritu multiganador que supieron imponer tantas glorias riverplatenses, ese que nos transmitieron nuestros abuelos y el que seguiremos contagiando nosotros. Es nuestra obligación y la de cada uno de los que compone esta gran institución hacer valer el respeto que River se merece tanto dentro como fuera del campo de juego, y recuperar de una vez por todas esas 3 palabras que conforman nuestra identidad, Ganar, Gustar y Golear. 
 



sábado, 26 de noviembre de 2011

El hincha, una vez más, el perjudicado.







A escasas hora del comienzo del partido ante Rosario Central, me pregunto por qué el golpeado hincha de River debe ser quien pague nuevamente las consecuencias de malos manejos dirigenciales y paupérrimas gestiones gubernamentales. Si algo queda claro es que nadie, absolutamente nadie lleva a cabo las tareas que debería realizar para satisfacer las necesidades del hincha del club de Nuñez.
Una vez más, la fiesta que proponemos se verá opacada por una medida inédita. Sí, déjenme decirles que después de haber visitado varios estadios de Argentina, aún me cuesta entender la capacidad que tienen algunos de perjudicar a River. Sobradas muestras me avalan. No olvidemos que por la falta de un médico en cancha de Vélez, tuvimos que lamentar la pérdida de un fanático que llevaba la banda tan tatuada a fuego como vos, como yo, como tantos. ¿Y? ¿Acaso alguien se ocupó de sancionarlos? Se imaginan la respuesta.
Hace poco me tocó visitar la cancha de Huracán. Pintoresca en sus tribunas, pero deplorable en su estructura. Luces para salir? Baños? No, en Parque Patricios no se consigue.
Así, podría estar citando varios ejemplos, pero al fin y al cabo, nuevamente el perjudicado es el club de Nuñez.
Como si la sanción obtenida a raíz de los lamentables hechos que protagonizamos aquel 26 de Junio, los cuales repudio desde cualquier punto de vista, no fue suficiente, continúan ocupándose de burlarse una vez más de aquellos que esperan toda la semana por esos noventa minutos sagrados. El hincha genuino no tendrá la oportunidad de ver a sus once jugadores más de cerca. Ni hablemos del socio, que cumple al pie de la letra la fecha de pago, se banca un aumento tras otro, aún estando en una categoría más baja. Sí, insólito. Luego de descender, la cuota se acrecentó. Cuando me enteré de dicha medida, creí que nos iban a dar algún beneficio extra. Pero no. Nuevamentemente nuestros dirigentes se encargaron de complicarnos un poco más la adquisición de un ticket imponiendo un sistema de reserva por Internet, con todas las incomodidades que ellos implica.


Esta tarde, la fiesta no será completa. Seremos pocos los privilegiados que podremos ver a nuestro querido equipo en el Monumental. Pero déjenme decirle a los funcionarios nacionales y al señor presidente de la institución, si es que todavía le cabe el mote de señor, que ninguna medida hará callar la pasión de tantos miles de fanáticos, esos que como reza la canción "Dejan todo lo que tienen que hacer, y se van a ver a River Plate".

jueves, 24 de noviembre de 2011

El futbol, esa pasión de multitudes.


Para quienes entendemos el fútbol como algo más que un deporte, es difícil explicar todo lo que generan esos 90 minutos. Y más complejo se torna si intentamos definir el sentimiento por esos colores que uno lleva tan arraigados, en lo más profundo de su corazón. En mi caso, y tal como dice en una de sus estrofas del himno del Club Atlético River Plate, mi sangre está cruzada en su blanco pabellón, y es la idea de este blog intentar transmitir y expresar esa hermosa pasión, que año tras año crece y se multiplica en miles, millones de personas.
Algunos dirán que no es una buena idea iniciar un sitio en una época donde River está transitando, sin lugar a dudas, el capítulo más oscuro de sus 110 años de vida. Pero déjenme decirles que, si bien respeto esa reflexión, no estoy para nada de acuerdo.
Aquel 26 de Junio, intentando salir del caos que era nuestra casa, El Monumental, me propuse buscarle una explicación a lo que estaba pasando. A ese final tan anunciado como impensado para propios y ajenos. Buscaba responsables, culpables, y nada me alcanzaba para comprender el fondo que habíamos tocado. No quería atender a nadie, cualquier palabra que me dijeran, para nada servía de consuelo. Me contaron muchas historias similares a lo que estaba viviendo, pero créanme que nada, absolutamente nada era suficiente para aplacar semejante dolor. Intenté explicarle a mi familia, a mis amigos la sensación de tristeza que me invadía. Pero claro, ¿Cómo iban a entenderme si no saben la magnitud que tiene River en mi vida y en la de tantos otros que lo viven como yo?.
Pasaron los días, y aunque el dolor sigue intacto cada vez que veo los rivales con los cuales se enfrenta mi querido y maltratado equipo, el amor y la pasión se hacen cada minuto más grande. Es algo que no puedo explicar en palabras. Es un sentimiento muy ambiguo, por un lado la tristeza de ver a lo que tuvimos que llegar, y por otro, la alegría y el entusiasmo de saber que cada fin de semana me encuentro en la tribuna con aquellos que lo llevan tan adentro como yo, muchos conocidos, y tantos otros que aún sin conocer se transforman en parte de mi familia por un rato.


River Plate es más, muchísimo más que una institución. Es un estilo de vida, una forma de ser feliz. Es por lo que te emocionás, te alegrás, llorás y te reís. Es eso que esperás toda la semana, contando las horas que faltan para volver a nuestro querido Monumental.
En mi vida, River Plate es sinónimo de fútbol. No concibo dicho deporte si no es de la mano de mi glorioso millonario. Es posible que muchos lo entiendan, otros quizás, no tanto. Pero si de algo estoy segura es que sólo aquellos que lo vivan como yo, lo sentirán de la misma manera.