¡Ay River! ¡Qué manera de hacerme sufrir! De hacernos sufrir a tantos que esperamos tu vuelta. Parece una historia de nunca acabar. Llegar con todas las ilusiones de ver un cambio, ese que significara la vuelta a primera con bombos y platillos. Es cierto que la mancha va a quedar, no tengo dudas. Pero el hecho de pensar que llegaba ese domingo con el que tanto soñamos ya era un motivo para comenzar a dejar los colores oscuros y pintar un panorama bastante más ameno. Sin embargo, lo mismo de siempre. El dejavú. El "esto ya lo viví". Mirar para todos lados intentando encontrar una explicación. ¿Cómo puede ser? Algo tiene que motivarlos. Y salir de la cancha con la misma sensación de que nada cambió. De que dejar afuera a los referentes, no tuvo sentido. Que otra vez se subestimó un mercado de pases como ya pasó en varias oportunidades. Que seguimos cometiendo los mismos errores en defensa, que no pateamos al arco, que nuestro arquero sigue quedándose parado. Y para colmo, erramos la posibilidad de llegar al empate. Sí, no solo a nivel futbolístico dejamos bastante que desear sino que la suerte tampoco acompaña. Hace algunos meses escribí algo parecido y me preocupa. No pretendo depender de la fortuna, no me mal interpreten. Simplemente tengo la certeza que en River todo, absolutamente todo, funciona mal.
Siento que año tras año todo vuelve a repetirse. De aquellas épocas donde ganar era una sana costumbre pasamos a estos partidos donde no sabemos qué pasará. O lo que es peor, rezamos por no cometer ninguna torpeza que termine con la pelota en el centro de la cancha. Me apena salir de la cancha pensando que todo esto será muy duro. ¡Somos River! ¿Desde cuándo permitimos que venga cualquiera a nuestra cancha y nos falte el respeto? Sí, me respondo sola. Se desde cuándo. Desde que permitimos que nos roben en nuestro propio club. Desde que nos empezamos a preocupar cuando vimos que la tonalidad del rojo en los números se iba oscureciendo cada vez más. Desde que aplaudimos a jugadores que se olvidaron de la historia de River. Desde que decidimos comenzar a ganar en la tribuna, antes que en la cancha. Por quién alentaba más, quién llevaba la bandera más larga. Quién se plantaba primero. Y nos olvidamos que los puntos para no descender, solo los conseguimos peleando en el campo de juego.
Me duele, me enoja, me entristece ver así a mi querido River. Si algo podía calmar la pesadilla de las 38 fechas en la B, era un buen debut en el torneo que deje en claro los motivos por los cuales volvimos. Y que sea apenas un aviso para todo lo que vendrá. Sin embargo, todo fue al revés. Las ilusiones se dilapidaron en apenas unos minutos, al igual que me sucedió en tantas otras ocasiones. Muchas veces sueño con volver a esas tardes donde ir al Monumental era una rutina de llegar, ganar e irse. Una rutina que disfrutaba a pleno, y no quiere decir que hoy en día no lo disfrute. Pero me duele en el alma ver que no hay respuestas, y que tampoco hay autocrítica. Que seguimos con el cassette del merecimiento cuando ya comprobamos que los goles se hacen, que los tres puntos no se merecen. Sigo confiando en este equipo y en el cuerpo técnico. No tengo dudas que el material para salir adelante, está. Pero es necesario pegar un volantazo y despertarse para no volver a sufrir, o mejor dicho, para dejar de sufrir.