"Porque desde la primera vez que uno pone un pie en la vereda del Monumental no puede imaginarse
la vida sin la banda. Como existe el viento, como el cielo es azul. Gracias a Dios, existe River."
Ignacio Copani

lunes, 5 de marzo de 2012

Don ángel, o simplemente, Angelito.



Querido Angelito, hace mucho tiempo buscaba un momento para escribirte. Desde aquel 26 de Junio, no me animé a hacerlo. No sabía por dónde empezar. Si contarte de la gloria que viví desde la primera vez que pisé el Monumental, nuestro Monumental, o si hablarte de la pesadilla que padecimos aquel día, insospechado para todos los que llevamos esa misma banda roja que supiste hacer grande, muy grande.
Todo lo que pueda contarte de ese día, seguramente ya lo sabrás. Vos más que nadie tenés el círculo celeste comprado, y estoy segura que también estuviste aquel domingo de Junio. Si hay algo que rescato, es que por suerte, un gigante como vos estuvo mucho más cerca del cielo, que de ese infierno.
No voy a hondar mucho más en el tema. La historia ya la debés conocer, y al igual que todos los riverplatenses, será algo que difícilmente podamos borrar de la memoria. Dejame decirte que mi intención no es borrarlo, porque considero que olvidando, estamos avalando el desastre que hicieron y lo que es peor, corremos el riesgo de volver a cometer los mismo errores que nos trajeron hasta acá.
Si hoy encontré el día preciso para escribirte fue porque siento que después de 23 fechas, hicimos camino al andar. Que nos costó y nos cuesta, pero poco a poco estamos empezando a ensayar el reencuentro con ese estilo que vos, y esos 4 monstruos supieron darle a River. Esa Máquina que hoy está en el Museo, esa misma que se ganó el nombre de la confitería del club, y que quedará para siempre en la historia más grande de tu querido, el mío, el de tantos, River Plate.
Entre tantos atrevimientos que me tomé, como el de tutearte, me gustaría pedirte un útlimo favor. Aunque para ser sincera, dudo que sea el último. Debo confesar que más de una vez miré al cielo buscando un guiño tuyo. Algo que me hiciera creer que no todo estaba perdido, que vos nos ibas a dar esa mano que dentro del campo de juego no aparecía. Seguramente continúe con mi metodología de buscarte entre las nubes, y no dudo que llegarán esas noches de copa donde te encuentre en alguna estrella y nos envíes esa ayuda extra que necesitaremos. Pero en esta oportunidad, me encantaría pedirte que tu mensaje les llegue a los jugadores que hoy defienden los colores. Que dejen la vida por esta camiseta. Que tanto esfuerzo de ustedes, seguramente no fue en vano. Que somos grandes, y como tal, es necesario hacer valer esa grandeza. Que necesitamos de tu mística, de tu magia. Que el anhelo está cada vez más cerca y unidos, será algo fácil de concretar. Que casi 111 años de historia, no pueden reducirse a unos pocos de oquedad.

Muchos dirán que enloquecí, pero escribirte a vos es algo que siempre quise. No tuve la posibilidad de verte, ¡pero me contaron tantas cosas! Goles, gambetas. Los triunfos contra el eterno rival, las vueltas olímpicas. También los libros me ayudaron a conocerte un poco más, a entender tu amor por la banda y a forjar el mío, y creeme que es tan puro como el tuyo. Hasta tuve la suerte de hablar con tu hijo y sentir de alguna manera que estaba más cerca tuyo que nunca.
Sólo me faltó conocerte, y lo lindo que hubiera sido un café con vos.